Recordando al músico alcarreño Enrique Villaverde Redondo
El 4 de mayo se ha cumplido con exactitud el 250 aniversario de la muerte de un artista alcarreño del que poco hasta ahora se ha dicho entre nosotros. Se trata de Enrique Manuel Villaverde Redondo, un músico de altas esferas, un compositor y maestro de capilla que alcanzó fama en su tiempo, cuando la “música clásica” estaba en todo su apogeo por Europa entera.
Había nacido en Cañizar (de donde salieron, en siglos pasados, figuras de relieve en la ciencia, y en el arte) y se formó en Toledo. Padres y abuelos tenían residencia, y bienes agrícolas, en este pueblo alcarreño que se encuentra en el camino entre Torija y Torre del Burgo. Dando vistas al valle del Henares. Está registrada su fecha de nacimiento el 26 de julio de 1702, y sabemos que desde muy pequeño inició sus estudios y formación como seise del coro de la catedral primada de Toledo, donde a las órdenes de Miguel de Ambiela estuvo formándose en música y canto desde que cumplió los doce años, en 1714, hasta 10 años más. Ejercitó sus habilidades en el solfeo, en la interpretación y manejo del órgano, y en la música polifónica propia del ambiente eclesiástico y religioso. Muy bien formado, con muchas ganas, se enteró de que había quedado vacante, en 1722, el cargo de “Maestro de Capilla” de la catedral de Oviedo, y solicitó a sus “jefes” de Toledo que le extendieran una “carta de recomendación para que en la capital de Asturias se le considerara candidato. Decía así la carta susodicha: Vista una petición de Henrique Villaverde, seise de esta Sta. iglesia en que suplica a dichos Srs. se sirvan darle cartas de recomendación para la santa iglesia de Oviedo y el Sr. obispo, su prelado, a fin de que le provean en el magisterio de capilla de allí, que ha vacado, pues se halla hábil y aquí no tiene que adelantar y no es ya de servicio: acordaron se escriban dichas cartas incluyendo en la de la iglesia informe que el maestro de capilla haga de la suficiencia y demás circunstancias que concurren en dicho seise. Pero en Oviedo, y teniendo en cuenta que Villaverde solo tenía 20 años de edad, prefirieron hacer una oposición para cubrir ese importante puesto. Y lo ganó Pedro Rodrigo, aunque Villaverde se alzó en una de las votaciones con la mayoría de los votos. La experiencia del otro le posibilitó triunfar, y a nuestro personaje no le quedó otra que irse a la catedral de Astorga, primero, y enseguida volver a Toledo a seguir de seise, aunque para ello ya fuera talludito.
Sin embargo, poco después, tras el paso de Rodrigo a maestro de capilla en la catedral de Santiago de Compostela, Villaverde volvió a intentarlo en las oposiciones convocadas para Oviedo. Tenía tan solo 22 años, pero una muy sólida formación musical. Y las ganó. Enrique Villaverde pasó así a ser “Maestro de Capilla” de la catedral de Oviedo en 24 de junio de 1724. De eso hace ahora exactamente trescientos años… Desde ese momento, su carrera fue brillante y progresiva. Fue ordenado subdiácono en 1734, y en el siguiente año, sacerdote. Quedó a vivir cerca de la catedral, en una casa frente a la portería del Convento de San Pelayo, y luego a otra junto al Seminario de San José, donde vivió hasta su muerte.
Ocurrió esta el 4 de mayo de 1774, lo que supone que estuvo dirigiendo la capilla musical ovetense durante 50 años exactamente. Los últimos los pasó enfermo, con repetidas bajas, pero el paso de Villaverde por Asturias quedará siempre en los Anales de la ciudad y de su catedral, como uno de los ejemplares artífices de música sacra en la capital del Principado. Se sabe que llegó a componer 179 obras, de las que solamente 14 han llegado hasta nosotros. Unas se conservan en el archivo de la catedral de Oviedo. Y otras en las catedrales de Astorga y Zamora. Nueve de ellas están escritas en latín, y cinco en castellano. Son obras de liturgia, como una “Salve Regina” para cuatro voces, algunas misas y motetes de difuntos, y un “Magnificat” también de cuatro voces que ha sido recogido en la recopilación “Monumentos Históricos de la Música Española”. Un “Pangue lingua” para 8 voces en dos coros fue compuesto por el alcarreño en 1758. Y muchas otras en castellano, especialmente villancicos, compuso al final de su vida, adquiriendo notoriedad pública, porque además fue dando canciones populares como una que se titulaba “Corazón, pues tú quisiste” (Coplas al desengaño del corazón humano) escrita en 1769.
Sobre la vida (sencilla y rutinaria) de Villaverde, y sobre su obra musical, tan amplia y compleja, monumental, y verdaderamente cumbre de un siglo XVIII en el que España cumplió muy dignamente su papel creador de música sinfónica, ha escrito un amplio estudio titulado “Enrique Villaverde: obra musical” la investigadora Inmaculada Quintanal publicado en 1986 por el Servicio de Publicaciones del Principado de Asturias, con un prólogo de Federico Sopeña.
Dado que el arte musical es imposible reflejarlo de algún modo en estas crónicas, vaya en la de hoy este breve recuerdo a un paisano que puso muy alto el pabellón de su Alcarria natal en el mundo de la música, y en la catedral de Oviedo especialmente, donde ha quedado para siempre su memoria guardada entre los acordes de su poderosa capacidad creativa.