Hernando Pecha, recién salido de los archivos

viernes, 18 febrero 2011 0 Por Herrera Casado

Cuando acabes de leer estas páginas, verás que es  justo que Hernando Pecha sea considerado como uno de los primeros historiadores de la ciudad de Guadalajara y que su nombre brille aún (en las placas de los extremos de una calle) para memoria de sus hechos y de sus obras.
A la semana que viene, justo el martes 22 a las siete y media de la tarde, en la Sala de Audiovisuales del Palacio del Infantado, en su primera planta, va a tener lugar la presentación de un libro que contiene, entre otras muchas cosas, un estudio biográfico sobre este personaje, que vivió en la Guadalajara barroca del siglo XVII.
   

Escudo de la familia Pecha, hoy en la fachada del Ayuntamiento de Guadalajara.

 

 Su vida   

Nació Hernando Pecha en Guadalajara, en 1567, y murió en Madrid, en 1659. alcanzó, pues, la edad de 92 años, lo que no era habitual en la época. Y, por lo que ahora veremos, se mantuvo bien de cabeza y hasta con agilidad para viajar de aquí a allá con frecuencia. Y no había coches entonces…   

De la noble y antiquísima familia de los Pecha, de la que salió el funda­dor y primeros benefactores de la Orden de San Jerónimo, Hernando Pecha nació como acabo de decir en Guadalajara, en pleno reinado de Felipe II. Sus padres fueron don Pedro Pecha Calderón y Francisca Heredia, ella de familia de la villa de Hita, donde contrajeron matrimonio. Eran sus armas una abeja azul en campo de oro, aunque otros usaron un castillo centrando sus blasones.   

De amplios estudios, Hernando Pecha optó por ingresar en religión, ha­ciéndolo en la Compañía de Jesús, en el Colegio que ésta tenía en Alcalá de Henares. Su afición a la historia le hizo salir gran erudito en temas de genealogía, siendo muy consultado en pleitos de la nobleza acerca de los derechos de unos y otros a la posesión de títulos. Fue también hombre piadoso, buen religioso y dotado de fuerza organizadora, razón por la cual fue enviado por sus supe­riores al recién estrenado Colegio de San Francisco Javier, que para la Compañía de Jesús había fundado en Nápoles doña Catalina de la Cerda, condesa de Lemos, nieta de San Francisco de Borja y esposa del entonces virrey en aquella región italiana, perteneciente a la Corona española. Algún tiempo paró el Padre Pecha en la organización de ese Colegio, y de su es­tancia en Nápoles se comprenden las abundantes noticias que da en su «Historia de Guadalajara» acerca de las relaciones de personajes alcarreños con aquella ciudad.   

Ocupó más tarde el cargo de rector de los colegios jesuítas en Plasencia y Talavera, y tuvo a su cargo la organización y puesta en marcha del legado que la familia Lasarte había dejado para la fundación y erección de un cole­gio de jesuítas en la ciudad de Guadalajara. Alma de esta institución fue el padre Hernando Pecha, quien ocupó el cargo de rector a partir del 29 de junio de 1631, fecha de su solemne inauguración. Años de fecunda actividad de nuestro personaje, quien al tiempo de preparar su «Historia» de la ciudad, se ocupaba en erigir un nuevo y cómodo edificio para el Colegio, que hasta finales del siglo XVII no se vio totalmente acabado.   

Su cabida en la familia Mendoza fue grande y señalada. Confesor de la sexta duquesa, doña Ana, y preceptor del séptimo duque, don Rodrigo, tuvo acceso a los archivos de la casa, y gozó de gran confianza entre todos sus miembros, recibiendo de ellos regalos y mercedes que trasladaba luego a la Compañía.   

Retirado a Madrid, en su muy avanzada edad, murió el 24 de julio de 1659.   

Fue hombre, dice su biógrafo, el padre Ossa, «de apacible condición y de una sinceridad colombina, de gran bondad y sin doblez ni engaño». Nada menguó su sencillez y humildad. De entre los altos cargos que desem­peñó, debe mencionarse el de confesor del conde‑duque de Olivares, por lo que no es exageración el afirmar que influyera notabilísimamente en la polí­tica española del siglo XVII.   

Su obra   

La más importante de sus obras, y por la que es más conocido y apreciado, es la “Historia de Guadalaxara y cómo la Religión de San Jerónimo en España fue fundada y restaurada por sus ciudadanos”. Libro capital, en el que por primera vez se analiza la completa historia de nuestra ciudad. Obra realizada desde dentro, desde el mismo corazón de los archivos mendocinos, a los que Pecha tuvo acceso.   

Fue redactada por su autor antes de 1632,  y es sin duda la más antigua de las Historias de la ciudad de Guadalajara conservadas, y, en gran parte, la fuente primigenia de todas ellas, pues fue este autor quien trabó por primera vez la genealogía de la familia Mendoza, gracias a su acceso directo a los archivos de la casa, cundo ocupó el cargo de confesor y preceptor religioso de la sexta duquesa, doña Ana. De aquí sacó el autor todos sus materiales, y de la consulta de las obras más antiguas, hoy perdi­das, acerca de la ciudad, concretamente la más primigenia de sus historias, la que escribió Francisco de Medina y Mendoza, uno de los intelectuales en que fundó el cuarto duque su “Atenas Alcarreña” mediados el siglo XVI.   

Fía también Pecha algunas noticias a la tradición, y es, finalmente, cronista fiel y minucioso de su época, especialmente de la vida de la duquesa Ana, en cuyo servicio estuvo cierto tiempo.   

Sólo se conoce, hasta el momento, un ejemplar manuscrito de esta «His­toria de Guadalaxara…», que guarda la Biblioteca Nacional de Madrid, en su Sección de Manuscritos, siendo este ejemplar, indudablemente, el original del autor, irregular­mente distribuido en notas, con el objeto de posteriormente estructurar mejor la obra. Presenta fundamentalmente tres tipos de letra, número de los escribanos que pusieron en limpio los apuntes del jesuíta. Esta obra fue editada, con una introducción que yo mismo escribí acerca del autor y su época, en 1977, por la Institución Provincial de Cultura “Marqués de Santillana”. Es hoy otra vez una obra rarísima de encontrar, por agotada y requerida de bibliófilos.   

Dejó Hernando Pecha escritas otras obras, que tampoco en su vida alcanzaron la gloria de pasar por los tórculos de una imprenta. Es una de ellas la «Historia de las vidas de los Excmos. Sres. duques del Ynfantado y sus Pro­genitores desde el Infante don Zuria primer Sr. de Vizcaya asta la Excma. Srª Duquesa Dª Ana y su hixa doña Luisa condesa de Saldaña», que dedicó al séptimo duque don Rodrigo de quien era preceptor. Según dedicatoria manuscrita de dicha libro, fue escrito del Padre Hernando Pecha en el Colegio de la Compañía de Jesús, del título de la Santísima Trinidad, en Guadalajara, y terminado el 14 de enero de 1635, por lo que ha de considerarse posterior a la «Historias de Guadalaxara…» y como simple traslado, bien ordenado, del libro quinto de ella.   

La misma categoría tiene su obra «Vida de Doña Ana de Mendoza, sexta duquesa del Infantado», manuscrita en 1633, y que ocupa la última parte de esa «Historia…». Estuvo en la biblioteca de San Isidro, y hasta hoy se consideró perdida, aunque el historiador Aurelio García López la ha encontrado en la biblioteca de la Real Academia de la Historia, y acaba de ser editada completa. Ese es el núcleo del libro que se presentará el próximo martes en el Palacio del Infantado.   

Otras dos obras compuso el padre Pecha, breves y también manuscritas, hoy en la Biblioteca del Palacio Real. Son el «Parecer de D. Tomás Tamayo de Vargas sobre la Ziudad Complutense» que trata en realidad de la impugnación que Hernando Pecha hace a dicho autor, pro­poniendo el alcarreño que la Complutum romana estuvo donde hoy Guada­lajara. La otra obra es la «Carta del P. Hernando Pecha sobre varios puntos del cronicón de Julián Pérez», en el que trata largamente sobre el mismo tema arqueológico, así como las diferencias entre «Santa Librada, o Wilge­forte, barbada, y Sta. Paula barbada, si fueron dos ó una tengo mil cosas». Acerca de otro tema histórico, cual es la primacía de la iglesia de Toledo, se conserva en el archivo capitular toledano un manuscrito de 188 folios, titulado «Tractatus de Primatu Sanctae Ecclesiae Toletanae in Universia Hispania…», original de Pecha, de quien se sabe escribió una larga «Vida y passión de Christo», hoy perdida.   

He tomado estos datos biográficos de la «Carta edificante a la muerte del Padre Hernando Pecha», que escribió el P. Felipe de Ossa, y cuyo original se encuentra en la Sección de Papeles de Jesuítas de la Aca­demia de la Historia. En el libro que aparece ahora, escrito por Aurelio García López, se dan muchos más datos acerca de este personaje, que debe ser considerado, sin duda, ejemplar y capital en la consideración histórica de Guadalajara.   

La biografía que escribe Pecha sobre la sexta duquesa del Infantado, Ana de Mendoza y Enríquez.

 

Un libro de biografías   

El libro que trata sobre Hernando Pecha y la Sexta duquesa del Infantado, doña Ana de Mendoza y Enríquez, se va a presentar el próximo martes 22 de febrero, a las 7:30 de la tarde, en la Sala de Audiovisuales del Palacio del Infantado de Guadalajara, en su planta 1ª.   

Está prevista la asistencia del historiador Aurelio García López, quien firma como autor el libro, y del experto en los Mendoza, el profesor José Luis García de Paz, para la presentación del libro “Ana de Mendoza, sexta duquesa del Infantado”, que aparece como número uno de la nueva colección de libros de historia de Guadalajara “Claves de Historia”. Está prevista también la asistencia de autoridades culturales de la provincia y Región, y al ser un acto público está invitado todo aquel que desee saber cosas curiosas de aquellos personajes, alcurniados y un poco locos, de los tiempos míticos mendocinos.   

El libro, de más de 200 páginas, ofrece la biografía, extensa y detallada, del padre jesuita Hernando Pecha, así como el manuscrito completo, por primera vez editado, que escribió sobre doña Ana de Mendoza, la primera mujer que fue propietaria del título del ducado del Infantado. Al compás de ambas biografías, salen a relucir las vidas y milagros de muchos otros Mendoza, en ese momento de inicio del barroco en que abandonan su caserón de Guadalajara y vánse a vivir a Madrid. Pero no por otra cosa, que por andar más cerca de las cortes de justicia y de los abogados, para poder ir dirimiendo, día a día, y durante más de treinta años, los pleitos sobre la sucesión del título que se produjeron al morir el quinto duque. En este libro se leen cosas que sorprenden y hasta provocan hilaridad: tal era la forma de vivir, de pensar y de obrar en las alturas aristocráticas de ese palacio que hoy sigue siendo emblema de la ciudad.