Ruta del Arcipreste

viernes, 20 junio 1997 0 Por Herrera Casado

 

Una vez concluido el Congreso Internacional sobre la «Ruta del Arcipreste de Hita», (organizado por Asociación Castellano-manchega de Escritores de Turismo), que ha constituido un éxito sin precedentes en el contexto de los congresos internacionales celebrados en Guadalajara a lo largo de su historia, pues en él han participado decenas de especialistas, venidos no sólo de España, sino de otros países europeos y americanos, es este un buen momento para recapitular sobre lo conseguido en esta ocasión, y sobre lo que puede y debe mejorarse en orden al por todos deseable crecimiento del Turismo en Guadalajara. Hubo quien dijo, y con toda razón, que en el contexto socio-económico de nuestro país, en este momento, la tierra de Guadalajara sólo tiene porvenir desde el punto de vista turístico. Todo lo demás son buenos deseos y voluntarismo iluso. Tenemos paisajes hermosos, patrimonio artístico para no acabar, riqueza costumbrista y auténtica monumentalidad gastronómica. ¿Qué más se puede pedir?

Yo diría que se puede, se debe pedir, algo más de interés y profesionalidad por parte de autoridades y de implicados en el fenómeno turístico. Porque lo que en este momento se pierda de ventaja frente a otras provincias limítrofes, -como la nuestra-, a Madrid, no podrá luego recuperarse.

Tras las jornadas de estudio, ponencias y comunicaciones celebradas en el Colegio de San José de Guadalajara, y en las que, entre otros, intervinieron el profesor Criado de Val aportando importantes descubrimientos sobre el Arcipreste de Hita, noticias nuevas que sin duda cambiarán la visión de este personaje alcarreño en el futuro (y que seguramente tanto este Semanario, como el resto de la prensa provincial, ya habrá destacado), el sábado pasado tuvo lugar un viaje por la parte guadalajareña de la recién creada «Ruta del Arcipreste de Hita».

Hubo de todo, en este viaje. Sobresalieron las bellezas paisajísticas y la fuerza de los monumentos y villas del trayecto (Hita, Cogolludo, Beleña, Uceda). Destacó, por contra, la nula atención de autoridades locales y gentes del turismo de Guadalajara hacia este Congreso que era, sin duda, una nueva oportunidad de avanzar posiciones. Los alcaldes de los pueblos visitados brillaron por su ausencia (a pesar de tener anunciada la llegada del Congreso). Parecían estar todos, (como dijo José Luís Pécker, uno de los ilustres participantes, director de importantes programas radiofónicos en las cadenas madrileñas), «de cuerpo presente». Solamente el de Uceda se acercó un momento, al ver llegar los autobuses de congresistas, y dio las buenas tardes. Otros, como el de Cogolludo, o el de Hita, no asistieron: tenían otras ocupaciones.

Monasterio Benedictino de Sopetrán

Tras la salida de Guadalajara, todavía con el recuerdo dulce y ensoñado de una magnífica velada de música y versos en el patio del palacio Antonio de Mendoza, en la que intervino el Alcalde José María Bris, la primera parada del viaje fue en el Monasterio de Sopetrán. En la orilla del río Badiel, es este un lugar de larguísima historia. La tradición dice que aquí se apareció la Virgen al general árabe Aly-Maimón, hijo de Almamún de Toledo, adoptando desde entonces el nombre de Pedro, convertido al cristianismo. Desde época visigoda hubo monasterio de monjes. San Eulogio los cita. Tras la reconquista asientan aquí agustinos y en el siglo XIV pasan a la regla de San Benito. Los arzobispos de Toledo le ayudaron a engrandecerse, y el Cardenal Mendoza le colmó de atenciones. También los Mendoza le regalaron obras de arte y ayudaron su construcción. Hoy queda su entorno, y el gran claustro manierista. De nuevo ha vuelto a poblarse de monjes benedictinos, y hoy inicia su andadura Monasterio y Hospedería, en renovado signo de historia milenaria. La acogida a los congresistas fue entusiasta por parte de los monjes que lo pueblan: el porvenir de este enclave está, con tanta inteligencia y entusiasmo, asegurado.

Hita

Lugar antológico en la Ruta, residencia del Arcipreste, señorío mendocino. El marqués de Santillana reformó su castillo y construyó las murallas y puertas. De sus iglesias solo queda la de San Juan, con la capilla mudéjar y talla medieval de la Virgen de la Cuesta, y una infinidad de lápidas de caballeros e hidalgos. Su plaza mayor es un exponente perfecto del urbanismo castellano. Da gusto pasear sus cuestudas calles, y ver el espectáculo del cerro horadado por los bodegos. Barrios judíos, restos de casonas, se alza hoy la Casa del Arcipreste como germen de un centro de investigación y recuerdo hacia Juan Ruiz. Los congresistas no pudieron, sin embargo, contemplarla en su interior, pues ni el alcalde apareció, ni nadie en el pueblo tenía la llave del edificio. La solemnidad del lugar encantó a todos, pero la desilusión por ver lo poco (lo nada, mejor sería decir) que el lugar está utilizado turísticamente, con las inmensas posibilidades que tiene, fue grande.

Cogolludo

En el camino de la Sierra, de este lugar que fuera señorío de la Orden Calatrava y luego de los La Cerda, merece destacarse la plaza mayor, joya del urbanismo castellano, presidida por el gran palacio renacentista de los duques de Medinaceli. Construido a finales del siglo XV, su arquitecto Lorenzo Vázquez de Segovia mezcla trazas góticas con elementos renacientes. De maravillar son la fachada, los restos del patio, y la gran chimenea mudéjar. En lo alto del pueblo, el castillo, ya en ruinas, y a media ladera la iglesia parroquial de Santa María, restaurada con acierto, una joya de la arquitectura del siglo XVI con reminiscencias góticas.

En Cogolludo los ilustres congresistas (además de filólogos e historiadores, había novelistas, poetas, pintores y escultores, periodistas nacionales, directores de empresas turísticas, etc.) quedaron encantados con la recepción y explicaciones de quien sin duda es el motor del turismo en esta villa: Inés Martín se desvivió por enseñar el palacio, por explicar su fachada, su patio, su chimenea, y luego en subir al templo y decir cuanto sabe (que es mucho), sobre su espacio, su «capón de palacio», sus historia mínimas. El alcalde tampoco apareció, pero en este caso, al menos, hay quien sabe estar a la altura de las circunstancias: Inés Martín es el ejemplo de lo que el turismo en Guadalajara necesita: entusiasmo y ganas.

La comida, en un restaurante de la plaza, fue decepcionante: apreturas, prisas, malos modales. Así no se pueden captar nuevos y mejores mercados. La cantidad pisando a la calidad acaba por apagar la vela. Al final, la luz se apaga.

Beleña del Sorbe

Lugar a la orilla abrupta y peñascosa del río Sorbe, eje de la sierra, por donde aún se ven restos de calzada romana, especialmente a su paso por el puente de piedra, remoto y asombroso en su altura. El pueblo, por el que sin duda pasó Juan Ruiz, ofrece de interés la iglesia de estilo románico, en cuya portada, de arcos semicirculares en degradación, aparecen talladas las representaciones de los meses. Sirvieron sin duda para que el Arcipreste dijera ese bloque de sus versos dedicados a los meses del año. Un mensario de clara evocación clásica, con la rudeza de talla del Medievo.

La restauración que ha recibido no hace mucho, dirigida por el arquitecto de Grandes, y el dinero empleado por la Junta para salvar este monumento de la ruina, han dado sus frutos, y los visitantes quedaron admirados de la maravillosa presencia de templo y paisaje. Beleña, un hito en la ruta del Arcipreste, dejó muy buen sabor de boca. Allí estaba el pueblo entero, con el párroco don Jesús a la cabeza, para recibir a los visitantes. Muchos de ellos, así lo dijeron, volverán y dirán de las maravillas que en ese remoto lugar han encontrado.

Uceda

Al final del periplo por la provincia de Guadalajara, el Congreso Internacional «Ruta del Arcipreste de Hita» llegó a Uceda. Visitó la ermita románica de la Virgen de la Varga, puesta en el límite del mundo, en la orilla elevada del Jarama. Este lugar fue señorío de los arzobispos toledanos desde la Reconquista en el siglo XI. Atalaya del valle, dominadora de un gran territorio, sin duda en este templo de la Varga oró el Arcipreste, resonando por su calle principal los pasos de los peregrinos que subían a la Sierra. En la Plaza Mayor, un escudo de la familia Cisneros, y una placa con el recuerdo de haber estado allí prisionero el Cardenal Francisco Ximénez, luego arzobispo.

Los ruteros del Arcipreste, admirados de cuanto hermoso habían visto en su viaje por Guadalajara, abandonaron la tierra en que habitamos bajando al valle del Jarama, y por Torrelaguna y Talamanca llegaron a Alcalá de Henares, donde con la presencia de su alcalde, don Bartolomé González Jiménez y autoridades académicas, en un impresionante acto desarrollado en el Paraninfo de la Universidad cisneriana, se dio por clausurado el Congreso.

Esta página, que ha querido servir para dar noticia de un acontecimiento sin duda importante y decisivo en el desarrollo del Turismo en Guadalajara, ha querido ser crónica de una jornada y memento de lo que puede ser ese turismo y aún no es. Que cada uno saque sus propias conclusiones.