Nacho Cardero en Guadalajara

A Nacho Cardero he de agradecerle que, a pesar de haber nacido en Guadalajara, y ocuparse ahora del mundo, siga interesándole esta ciudad, y esta tierra, porque –según dice– es esta una provincia “a la que le da miedo levantar los pies del suelo” y, sobre todo, porque es la tierra de sus ancestros, padres y abuelos, aquí nacidos y criados. 

En su reciente libro, que está tallado sobre la madera del buen periodismo con la gubia de la buena literatura, habla de muchas cosas Cardero. Pero habla, sobre todo (pocas páginas, pero lo llenan todo) de Guadalajara, Y por eso lo quiso presentar en esta ciudad a la que siempre vuelve. Es “Aquellos que dábamos por bueno” un ensayo y una memoria. De varias cosas, actuales todas, que nos aprietan y mueve, que nos preocupan. Pero en el capítulo que me he fijado es el que titula “Las segundas oportunidades”, donde cuenta el nacimiento de su primera hija, Catalina, que fue una prueba dura con la que pasar el rubicón de la vida, y la muerte de su padre, Esteban García Pajas, como algo que nadie podía imaginarse que podría ocurrir, en medio de la pandemia de la Covid19, y de una España asustada, desnortada, desorganizada y llena de gentes temblorosas. Guadalajara está en la fibra de su recuerdo, y algunos compañeros de la prensa (Luis Monje Ciruelo, Augusto González Pradillo, su propio abuelo Domingo Cardero Prieto) van desfilando y dando muestras de su realismo sincero.

En su libro habla Cardero del caso de “Los Papeles de Panamá”, que su periódico (“El Confidencial”, que él dirige desde hace una docena de años, y al que llevó hasta la estatuilla del Pulitzer 2017) desveló en primicia mundial; y de la política actual –española y europea–, de los poderes fácticos, de Madrid, del duque de Feria, de Florentino Pérez y de Mar Cabra. Entre otros cientos. Se lee de un tirón, se aprenden cosas y se constata que este hombre –este escritor y periodista– va a dar todavía mucho y bueno gracias a su trabajo y su actividad. Guadalajara tiene con él, ya, una deuda, que aquí saldamos, en adelanto, con esta nota de calderilla.

A.H.C.

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