Peralejos de la Truchas, naturaleza explosiva
Estos días aparece un nuevo libro que la editorial pone en manos de todos los lectores alcarreños: es una obra que refleja el ser y la historia de Peralejos de las Truchas, y que ha escrito, a lo largo de los últimos años, el profesor Ángel Sanz Megino, quien desvela muchas anécdotas y sucedidos de este lugar que, para muchos, es famoso por su Naturaleza y enclave en el Alto Tajo, pero que tiene una idiosincrasia propia y fascinante.
De la obra de Ángel Sanz Megino, destacaría algunos capítulos que pregonan a las claras, no solo su importancia estratégica, en la orilla del Alto Tajo guadalajareño, sino lo hondo de su raíz productiva, porque si en algo ha sido famoso el territorio peralejano ha sido por sus minas y su industria de ferrerías. Alentado todo ellos por gentes autóctonas y otras venidas de la parte de Vizcaya y norte peninsular.
Tomás González hizo en 1832 un “Registro y Relación General de Minas de la Corona de Castilla” en que se ve cómo en término de Peralejos había entonces varias de ellas, todas dedicadas a la extracción del “Carbón piedra”. Ya en 1605 se da licencia por periodo de un mes para “beneficiar una mina de hierro que habían descubierto en el lugar de Los Horcajuelos, donde se juntan los arroyos de Pozo Zarzoso y Pozo Forcana”. Pero además del carbón y el hierro se ha explotado el material de sílice en el término, recientemente usado para la fabricación de vidrio en Azuqueca de Henares.
En cuanto a las Ferrerías, sabemos que desde la Edad Media tenían asiento varias instalaciones en las orillas de los ríos Tajo y Hoceseca, en término de Peralejos. Así, sabemos que a finales del siglo XV y comienzos del XVI se conocen siete ferrerías en funcionamiento instaladas directamente sobre el río Hoceseca pertenecientes a los términos del Señorío de Molina: Megina, Checa, Chequilla y Peralejos, emplazadas en plena sierra plagada de pinares que proporcionan el combustible necesario para transformar el metal. En 1519, Carlos I concedió al comendador Diego de Zárate el derecho de Albalá y Diezmo Viejo que habían de pagar las ferrerías de Molina situadas en el río Hoceseca. Sebastián Miñano en su “Diccionario Geográfico” de 1826 señala dos ferrerías en Peralejos. Y Kindelán en 1882 refleja la existencia de tres grandes ferrerías en el Señorío de Molina, destacando la del Hoceseca en Peralejos. O sea, que la antigüedad del tema es consistente, aunque hoy de todo aquello quedan solamente ruinas, como la de la ferrería del Hoceseca, a la que se conoce como “de los Morencos” (aunque primitivamente perteneció a la linajuda casa de los Garcés de Marcilla, y la que hubo junto al puente del Martinete (construida por José Valera en 1868) y que hoy también solamente se refleja en unos restos ruinosos. En definitiva, que los abundantes datos que proporciona el profesor Sanz Megino sobre este tema son muy a tener en cuenta, reflejando parte de esa “historia industrial” de nuestra tierra, a la que hoy no se reconocería, dedicada como está al simple disfrute del turismo vacacional y rutero.
Las Guerras que surcaron Peralejos
Aunque apartado del mundo, y sabiendo de este casi solamente por lo que contaban los gancheros que pasaban, en las temporadas de buen tiempo, sobre las aguas turbulentas del Tajo, en Peralejos se han dado importantes batallas y acciones guerreras en los conflictos bélicos vividos en nuestra Patria durante los dos últimos siglos.
En la Guerra de la Independencia concretamente, tanto El Empecinado, como los generales Zayas y Villacampa, tuvieron protagonismo y actuaron en esta zona. A la llamada de los patriotas, en Señorío formó un Primer Batallón de Voluntarios de Molina, y en el año 1808 se formó una Compañía de Voluntarios denominada “Nuestra Señora de Ribagorda” con muchachos y soldados ligados a la villa de Peralejos, según nos cuenta Sanz Megino en su libro. El diputado en Cortes don Francisco López Pelegrín, muy activo en la defensa de España ante Napoleón, impulsó la creación de una Junta de Gobierno en esta que se consideró entonces como provincia independiente, con objeto de alistar a los jóvenes de la tierra. Fueron muchos, que lucharon contra los franceses, ciegos de ira tras la destrucción que de la ciudad de Molina hicieron los gabachos en 1811. Las instancias continuas de Pelegrín, y su estrategia bien pensada, coordinó la instalación de tres subsedes para la fábrica de armas de Corduente que proporcionaba munición al ejército patriótico. Esas sedes las pusieron en Peralejos, Cobeta y el sitio de Garabatea en Peñalén
En las Guerras Carlistas, que tanto alteraron la vida española durante buena parte del siglo XIX, hubo pocas acciones en la zona de Peralejos, aunque el libro de Ángel Sanz destaca una ocurrida en 1840, y que supuso el ataque del pueblo por parte del coronel [carlista] Manuel Salvador Palacios, cuyas fuerzas cruzaron el Tajo y cayeron en Peralejos sorprendiendo a las tropas isabelinas que estaban al mando del Coronel Rodríguez “Capablanca”. Los cristinos, muchos de ellos alojados dentro del templo parroquial, desconcertados salieron dejando parte del armamento y material en el templo y trataron de huir y hacer frente a los carlistas en el lugar denominado “Las Cabezuelas”. Pero no lograron mantenerse y salieron huyendo hacia Checa y de allí ya reagrupados a Molina. En esta batalla peralejana, Palacios cogió prisioneros a 40 del ejército gubernamental, y les hizo un número importante de bajas y captación de material bélico, ropa y parte del botín y expolio que habían hecho previamente los cristinos.
Finalmente, en la Guerra Civil española del 36-39 hubo para contar, largo y tendido, acciones bélicas por los montes y valles del término peralejano. Aquí fueron intérpretes destacados, de ambos bandos, por el lado republicano la “Columna Tierra y Libertad” sostenida por la CNT y la Federación Anarquista Ibérica, y por el de los sublevados el Tercio de Requetés “María de Molina – Marcos de Bello”, relevada enseguida por el Tercio “Numancia” integrado por jóvenes sorianos. Ambas fuerzas se encontraron en el término de Peralejos. El profesor Sanz Megino consigue un relato prolijo y detallado de las acciones militares en este término, desde noviembre de 1936 hasta la primavera de 1938. Detalla de una parte la formación del Tercio de Requetés “María de Molina”, formado por jóvenes molineses, y creado y nombrado por el prestigioso abogado don José María Araúz de Robles, y de otra (complementado con planos de posiciones y fuertes) las evoluciones que ambas formaciones militares hicieron en torno a Peralejos, que unas veces estuvo en manos de unos y otra de otros.
El libro de Sanz Megino tiene muchos otros elementos interesantes para conocer y evocar el pasado peralejano. Así, hay capítulos dedicados al análisis de su demografía a lo largo de los siglos, aunque en definitiva reconoce que nunca varió mucho el número de sus habitantes, que osciló entre los 500 y 800 habitantes, siendo el siglo XIX el que contó con más población. Y luego analiza la estructura social, especialmente en el siglo XVIII cuando se hace el Catastro del Marqués de la Ensenada, y en el que los declarantes comienzan con la clásica frase de A la primera pregunta digeron que esta villa es y asido conocida por el nombre de Peralexos, el que tiene de tradizion Antigua. En todo caso, viene a demostrar que a pesar de constituirse en sociedad estamental como en el pasado fueron todos los lugares de España, aquí en Peralejos hubo una predominancia de los terrenos comunales sobre los particulares, derivado del hecho de su permanencia en el aforado Señorío de Molina que tanto propició esa forma de distribución y uso de la tierra.
Un capítulo entrañable, que pone colofón al libro y el autor titula como “Recuerdos” es el que recupera tradiciones, emociones, fiestas y cantos, un modo de vida que se va perdiendo, cambiado ahora por el interés manifestado, desde hace años, y tenido como prioritario por las gentes de Peralejos, de que vaya allí a pasar un rato el cantante nortemericano Bruce Springsteen.