El hospital del Salvador de Buitrago de Lozoya

El hospital del Salvador de Buitrago de Lozoya

viernes, 28 junio 2024 0 Por Herrera Casado

Hace escasas fechas he participado en el más reciente de los Viajes Culturales organizado por la Asociación de Amigos de la Biblioteca Pública de Guadalajara, que nos ha llevado hasta la villa de Buitrago, antaño perteneciente a la provincia de Guadalajara, y en ella hemos podido ver lo poco que queda de su medieval Hospital de San Salvador, que fundara nuestro marqués de Santillana.

Es Buitrago un lugar de potencia histórica, generador de páginas gloriosas. Es un lugar hermoso también, evocador de tiempos antiguos. Un espacio urbano en el que se concitan algunos edificios singulares, en una distribución sistemática que expone modos tradicionales de vida humana. Quiero decir: que en un ámbito natural singular (un peñón rocoso rodeado por un gigantesco meandro del río Lozoya, en una altitud de 975 metros sobre el nivel del mar, rodeado de altas sierras) desde tiempos remotos se levantó un poblado, villa después, destacada en un alfoz como el de Sepúlveda que capitaneaba los sistemas repobladores de Castilla. Y a este lugar, habitado por ganaderos, comerciantes y artesanos, puso el rey en manos del linaje Mendoza allá por el siglo XIV, teniendo desde entonces una estrecha vinculación con su rama principal, la de los duques del Infantado, que mantienen aquí, entre otras cosas, viva la “Fundación del Hospital de San Salvador de Buitrago”.

A los viajeros, tras cruzar por una pasarela sobre la antigua carretera nacional, y pasear la Calle Real deteniéndose un rato a admirar el Museo Picasso con las obras de arte que el pintor malagueño regaló a su peluquero Arias, que era de aquí, les da por visitar el recinto amurallado de la vieja villa. Un gran espacio rodeado completamente de murallas que son bañadas en sus pies por las aguas remansadas del Lozoya. Al espacio medieval se penetra por una gran puerta monumental, protegida de torreón, trazada en zig-zag y con defensas de rastrillos en ambos extremos. Dentro del recinto, que ha sido adecuado con escaleras sobrepuestas al murallón para poder deambular por los adarves y hasta visitar el mecanismo del reloj de la villa, pasamos a admirar la iglesia, que hoy es parroquial de Nuestra Señora del Castillo, los restos del Hospital de San Salvador, y, por supuesto, la alcazaba que ahora se mantiene cerrada, pero que ocupa el extremo sureste de la superficie amurallada.

Esos tres elementos son la esencia de la historia buitragueña: castillo, iglesia y hospital. 

El castillo está inserto en el ángulo sureste de la muralla, teniendo su origen en el siglo XI, siendo posterior a las primeras murallas. Se edificó sobre una antigua alcazaba árabe. Fue reconstruido como castillo-palacio por los Mendoza en el siglo XV. Es de planta casi cuadrangular de unos 25 metros de lado, hecho con mampostería y argamasa, con puerta al norte, plaza de armas, siete torres, cuatro de ellas en las esquinas y dos importantes en la mitad de los dos m un puente levadizo que da a una coracha dirigida al río Lozoya. Tuvo foso en la parte que da hacia la villa. El marqués de Santillana reforzó el conjunto defensivo en la parte más expuesta (barbacana sur y muro occidental), como también lo hiciera en Hita. Se sabe que el castillo tuvo una capilla interior, un gran salón de honor y alojamiento cómodo y amplio, por lo que relatan las crónicas cuando Felipe III se alojó aquí durante unas jornadas de caza en 1601. Aún se realizaron obras de conservación a finales del siglo XVII. La población creció hacia el sur del recinto amurallado.

Este castillo de Buitrago sufrió la devastación casi total por las tropas napoleónicas el 30 de julio de 1808, dejando en su interior desolación y ruina, acrecentada por un gran incendio al inicio de la Guerra Civil, en 1936, y el cercano frente de Somosierra. El interior de la muralla ha permanecido largo tiempo devastado, incluso despoblado. La villa ha crecido a finales del siglo XX de las murallas hacia fuera. Incluso en el interior del castillo se construyó la plaza de toros de la villa, en un ejemplo de casticismo hispano difícil de superar. En la actualidad, se está reconstruyendo y rehabilitando el interior, tras haberse restaurado las murallas que envolvían a la villa. El casco antiguo es Bien de Interés Cultural y el castillo Monumento Nacional desde 1931. 

En una de sus torres estuvo retenida doña Juana la Beltraneja, cuya custodia fue aceptada por los Mendoza en el siglo XV. También, con ella, estuvo su madre, Juana de Portugal (la esposa de Enrique IV el Impotente, que aquí se alojó junto a su amante Pedro de Castilla y Fonseca y el hijo que con él tuvo, don Apóstol de Castilla). Sin duda es uno de los más elocuentes castillos de la hoy Comunidad de Madrid, aunque su aspecto recuerda siempre a la esencia de la nación, de la castellanía más pura.

La iglesia tiene también su larga historia. Recia y de una sola nave, con presbiterio en alto, y dos capillas laterales en la cabecera. El viajero se admira de su grandiosidad y limpieza y, sobre todo, de la intervención artística que ha recibido en los últimos años, en los que un párroco muy querido por sus feligreses, don Francisco Ruiz Redondo, se dedicó con entusiasmo a ponerlo todo perfectamente arreglado, destacando sobre todo en la creación de una Escuela Taller “San Francisco de Asís” que aglomerando jóvenes del pueblo y comarca, les puso a recomponer un ingente artesonado que cubre la nave, más los que escoltan en el presbiterio al mejor de todos sus elementos, el artesonado procedente del Hospital de San Salvador, y que hoy es considerado la joya artística de Buitrago. También se arreglaron y quedaron espléndidas las dos capillas laterales de la cabecera, con pinturas de la artista búlgara Silvia Borisova.

El Hospital dedicado a San Salvador fue también elemento dinamizador de la vida de Buitrago. Fundado por don Íñigo López de Mendoza, primer marqués de Santillana, en 1455, no se puso en marcha hasta después de su muerte, siendo el ejecutor de sus deseos el nieto mayor, don Íñigo López de Mendoza, segundo duque del Infantado. Gracias a la generosidad de la actual duquesa, doña Almudena de Arteaga, he podido consultar completa la escritura de fundación de este Hospital, que don Íñigo concibiera como albergue de peregrinos en su camino a destinos piadosos. 

A este Hospital destinó don Iñigo suficientes recursos como para hacerlo grande, cómodo, y con un templo en que quiso que se albergara el retablo que mandó pintar a Jorge Inglés, y en el que aparece retratado el marqués frente a su esposa. Teniendo en el centro una talla gótica de la Virgen que había comprado en la Feria de Medina [del Campo]. Como el hospital fue decayendo en su actividad, a lo largo de sus quinientos años, los duques recogieron el retablo que, después de haber estado algún tiempo en su palacio madrileño, y en el palacio del Infantado de Guadalajara, ha recalado finalmente (en préstamo) en el Museo del Prado, donde hoy puede admirarse.

El edificio se fue deteriorando de tal manera, que solo se pudieron recuperar, finalmente, los elementos constitutivos del plafón central de su artesonado mudéjar presbiterial. Reconstruido (aunque mal repintado) sobre la capilla mayor de la iglesia buitragueña, es lo único que queda de aquella fundación, pues en los años cuarenta del pasado siglo se derribó completamente, salvándose sin embargo la solemne portada con arco de medio punto, en torno a la cual ha crecido un edificio muy bien trazado que es propiedad de la todavía existente “Fundación del Hospital de San Salvador de Buitrago” y que da albergue a personas de la Tercera Edad.

Como digo, (y esto es lo que emociona al contemplarle todavía en pie, y palpitante) en este hospital estuvo durante quinientos años el Retablo de los Ángeles, aquel que don Íñigo mandó pintar al artista Jorge Inglés, y en el que pedía que además de la representación de ángeles portantes de cartelas apergaminadas mostrando las alabanzas a la Virgen por él mismo escritas, debía llevar en calidad de orantes, y puesto uno frente a la otra, al marqués comitente don Iñigo López y a su esposa Catalina de Suarez de Figueroa, acompañados cada cual de su paje, y ornados de sus símbolos y talismanes.