Las ruinas de San Salvador en Pastrana
Un viaje sobre los polvorientos caminos de la Alcarria me ha llevado a visitar una ruina famosa, pero por muy pocos vista hasta ahora: la gran ermita, monumental podría calificarse, de San Salvador, en término de Pastrana, de la que doy aquí descripción, y algo de historia.
En el término de Pastrana, y en las coordenadas 40º 22’ 26.7” N / 2º 52’ 18.1” W se encuentran las impresionantes ruinas de un viejo templo, cuya construcción, tal como hoy lo vemos, se remonta al siglo XVI. Este era el lugar llamado Ermita de San Salvador, también conocido como “El Santo”. Aunque muchos creen que es de Sayatón, porque es desde este pueblo como mejor se llega al lugar, realmente pertenece al municipio de Pastrana, y en su historia ha sido contemplado, las pocas veces que se ha hecho mención de él. Uno de los que hablaron de San Salvador de Pastrana fue don Mariano Pérez y Cuenca, historiador de la villa, quien en su “Historia de Pastrana” dice que estaba en el despoblado de San Salvador de los Heruelos, y luego lo describe cuando habla del lugar de “La Común”.
El tema lo aumenta con datos referidos por gentes del lugar, el historiador tendillano José Luis García de Paz, quien en su “Patrimonio Desaparecido de Guadalajara” nos dice que el edificio fue llamado de San Salvador de las Heruelas y quizá fue construido por los monjes calatravos de la cercana Zorita. En Sayatón me ha contado mi amigo Ignacio del Olmo que la conocen como «El Santo», y en Pastrana se conoce como «San Salvador», abreviando el nombre. En medio de su retablo había un Cristo en una cruz. El edificio está muy deteriorado, conserva la portada y un muro lateral; también la cabecera; la bóveda del altar, de estrella con algún paño roto; y el arco triunfal apuntado, faltando el resto de la cubierta. Se desmontó el santuario en 1814 y entonces se trasladó a Pastrana el cuerpo incorrupto del último ermitaño, Buenavida, que reposaba en el mismo sepulcro de piedra en el que dormía. En el paraje corre un arroyo que va a desembocar en el Tajo, entre Bolarque y Zorita y que aporta frescor al lugar, donde crecen algunos chopos, carrizos y zarzas, cuenta Ignacio. El recinto del «Santo» sirve en la actualidad como corral de ganado. El que quiera visitarlo tiene que ir a Sayatón y desde allí tomar un camino. Aunque García de Paz incluye este edificio en su clásica obra “Patrimonio Desaparecido de Guadalajara”, más que desaparecido, en este caso, se debería incluir en el capítulo de deteriorado, abandonado, olvidado…
Pero aún hay más datos acerca de este lugar. Son los que proporciona Alain Saint-Saëns en su artículo Une nouvelle approche méthodologique de l’ermitage du XVII siècle: l’exemple de San Salvador à Pastrana, publicado en 1990 en los “Mélanges de la Casa de Velázquez”, tomo 26-2 de la época moderna, páginas 55-61, y en el que nos informa sobre el proceso inquisitorial que en 1676 se siguió en el Tribunal de Toledo contra tres individuos llamados en el auto Francisco Sánchez, Zerrata y Lafuente, por haber celebrado una “misa sacrílega”. Una tarde de agosto de mucho calor, los tres se acercaron a San Salvador, y aprovechando que el santero (Juan Rojo) estaba ese día de mercado en Pastrana, hicieron fuerza a su mujer, la santera (Isabel Cara) y tras haber comido y bebido en abundancia, “sacaron las vestiduras sagradas de los caxones de la sacristía”, se revistieron con ellas, y ante el altar mayor del templo hicieron mofa del santo sacrificio. Visto por la santera, y por otras personas que por allí andaban, lo denunciaron, y a los chavales les cayó encima la peor policía que en esa época podía echarte mano: el Santo Oficio de la Inquisición.
De este documento podemos deducir que en el siglo XVII el edificio estaba aún en pie, entero, y en uso. La iglesia, muy grande, tenía varios altares, coro, campanario, etc. Adosada a la cabecera estaba la sacristía, provista de muebles, ropas, orfebrería e imágenes. Y junto a los pies del templo, una regular vivienda para los santeros, o ermitaños, como también se les llama. Uno de ellos, como hemos visto, había sido en el pasado Juan de Buenavida, que con fama de santo quedó allí sepultado y luego llevado a la cripta de la colegiata de Pastrana. El ámbito de la ermita era ameno, con una fuente cercana, que surgía entre una densa arboleda de olmos. La legua que mediaba entre San Salvador y Pastrana era recorrida a menudo por gentes que iban “al Santo” a orar, o a pasar el día.
Por lo que respecta al edificio que hemos podido ver, y que cualquiera con ganas puede alcanzar en un buen día de esta primavera, he de decir que no ha quedado documento o descripción que nos diga cuando se levantó esta ermita, quien fue su autor, o los avatares de su construcción y deterioro. Aunque es posible que desde la Edad Media los calatravos pusieran ermita en ese lugar, en precario, debieron ser los nuevos señores de Pastrana (a partir de 1541), la condesa de Mélito doña Ana de la Cerda, viuda de don Diego Hurtado de Mendoza, quienes quisieran manifestar su generosidad para con el lugar, y mandaran levantar un nuevo edificio, con ciertos detalles de buena arquitectura y decoración. Ello debió suceder a mediados del siglo XVI, y no sería raro que incluso alguno de los arquitectos que por entonces laboraban en el palacio pastranero, diera la traza para construir y decorar este templo, que es verdaderamente monumental.
Se trata de un edificio de gran envergadura, manufacturado en sillarejo calizo con sillares esquineros y un frontal muy ancho de fina labra, orientada a Poniente. La portada consiste en un amplio arco rebajado, con tres arcadas superpuestas, ornados de molduras y apoyadas en columnillas que rematan en capiteles individuales de tipo gótico con cardinas y rosáceas bien talladas y molduras en sus límites superior e inferior. Todo ello se enmarca por un elevado alfiz que a su vez apoya en ménsulas junto a los capiteles de la portada. Y en el comedio de su superficie vemos una hornacina con remate de venera que en su día albergaría una talla pétrea hoy desaparecida.
Se conservan el muro septentrional del templo, de fuerte sillería, con refuerzo de un contrafuerte en la zona de paso a la cabecera. El muro del sur está hundido por completo. La cabecera es de planta cuadrangular pero con un presbiterio todavía cubierto por bóveda de nervatura, reforzándose los encuentros de las arcadas con piedras claves talladas, así como los fundamentos del arco mayor, que apoyan sobre capiteles tallados con rosáceas. El aspecto general es el de haber sido muy bien concebido y ejecutado el edificio, por canteros expertos y cuidado durante mucho tiempo, aunque en época de la Desamortización, principios del siglo XIX, se debió abandonar todo, y no solo quedar al albedrío de los ladrones, sino incluso sistemáticamente vaciado de sus riquezas por interesados en el valor de las cosas de arte. En la pared del fondo de la cabecera, donde apoyó un gran retablo del que aún queda la marca, se ven pinturas con escenas y leyendas de muy difícil interpretación.
En alguna de las fotos que Google ofrece del mundo, y que por tanto incluye este rincón del arroyo del Salvador en término de Pastrana, se ve con nitidez un coche todoterreno con remolque añadido, junto a las ruinas del edificio. Fue casualidad que el satélite hiciera la foto el día en que alguien se puso a llevarse piezas pétreas de este templo, al que poco a poco le van faltando elementos, y que acabará por desaparecer, dado el nulo cuidado que ayuntamiento, diócesis y gobierno regional ponen en la protección de este elemento patrimonial. Al que por lo menos le queda el recurso de decir “¡aquí estoy!” y “¡aún se me puede visitar!”. Que dado el rigor del tiempo en que vivimos no es poca cosa.
Muchas gracias, don Antonio
Soy de la zona y lo desconocía. Hoy he estado visitándolo, da pena que se encuentre en este estado y que nadie haga, hagamos, nada.
Pero si, «¡AQUÍ ESTOY!» es lo que parece estar gritando.