Ya van medio millar de despoblados
La tendencia urbanita nos está llevando a un despoblamiento del entorno rural. Es una tendencia universal a la que Guadalajara no es ajena. Si en la Edad Media, nuestra tierra estaba ocupada por un millar de pequeñas poblaciones, hoy no llegamos a las cuatrocientas pobladas. Las demás son ya despoblados…
Quizás la huella más clamorosa del progresivo abandono del mundo rural, sea la existencia de lugares que antaño fueron pueblos, y hoy son solamente despoblados, lugares vacíos de vida humana, en los que aún se escucha el eco de lo que fue durante siglos actividad y afán diario. Parece como si del tema solo cupiera la expresión literaria (recitar los versos de Rodrigo Caro “estos, Fabio, ay dolor, que ves ahora, campos de soledad, mustio collado…”) o el enojado protestar de los políticos de la oposición, que solo ven la ruina cuando no mandan.
Pero también cabe el riguroso análisis de lo que fueron, el análisis y catálogo de su existencia y de sus ruinas. Además de la consiguiente elucubración de su significado toponímico, que nos da pistas sobre su origen y su época vital.
Eso es lo que han hecho José Antonio Ranz Yubero, María Jesús Remartínez Maestro y José Ramón López de los Mozos, en un estudio que iniciaron hace bastantes años y que ahora han acabado y puesto al día: el análisis de todos los despoblados de los que se tiene noticia sobre la geografía de Guadalajara. Salen unos quinientos, son muchos.
Remotas desapariciones
En épocas medievales ya se sabe que algunos pueblos desaparecieron de una semana para otra. En unos casos, cuentan las leyendas que se debió el hecho a que en una boda fueron envenedadas las bebidas por una bruja que quería mal a la novia, muriendo todos los habitantes. En otros, se saca a colación el quimérico proceso de la invasión del poblado por una plaga de hormigas, o de termitas, que también en pocos días acabaron engulléndose todos los edificios. Entre medias, están los documentos que nos hablan de la llegada de la epidemia de peste a pequeñas poblaciones castellanas, que en dos semanas acabaron prácticamente con toda la población. Este es el caso de La Golosa, hoy en término de Berninches, en el corazón de la Alcarria. Hacia 1346, y tras pasar la epidemia, solo quedaron vivos tres habitantes, que decidieron, en documento público, borrar del mapa su pueblo y unirse en todo a la cabecera de esa comarca, Berninches. Hoy se ve, en medio de los campos, aislada, la iglesia parroquial de La Golosa, que era una construcción de estilo románico rural, y que aún mantiene en pie muros, ábside y portada.
De similar manera desaparecieron lugares como Retuerta, cerca de Balconete; Romerosa, junto a Aleas; San Pedro, en término de Valfermoso de Tajuña, Roñuela, por Brihuega, y el poblado de Séñigo, que contaba con un torre fuerte, entre Sigüenza y Palazuelos. Así, a cientos. Y de muchos de ellos aún quedan huellas, señaladas y valientes, como las de Morenglos, junto a Alcolea de las Peñas, Sacedoncillo, entre Muriel y Tamajón, o San Marcos, entre Centenera y Atanzón. De otros, sin embargo, apenas el recuerdo de pastores, que al pasar por el monte ven montones informes de piedras, entre las que han crecido quejigos, encinas o espinos densos. Saben el nombre, y recuerdan la vida que hubo en ellos. Pero ni documentos, ni recuerdos se mantienen.
Una tercera categoría de despoblados son los que hemos podido ver, con nuestros propios ojos, por haber dejado hace ya tiempo de ser jóvenes, pero contando aún con la suerte de mantener la memoria activa, y en ejercicio. Así, el caso de Villaescusa de Palositos es de los más sangrantes: un pueblo vivo, animado y feliz hace cincuenta años, que fue abandonado de sus habitantes, adquirido por entero por un particular que con máquinas arrasó toda huella de vida, dejando solamente la iglesia parroquial (de notable estilo artístico) y que a su vez está abandonada de sus dueños (la Iglesia Católica) y contando con el permiso de la autoridad civil (la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha) para que se haya puesto una puerta con candado en el camino público que accede a lo que fue población.
He visto cómo el ejército ha hecho prácticas de tiro sobre Las Cabezadas, sobre Robredarcas, sobre Jócar. Pueblos enteros y con gente, que previamente los abandonaron. He visto cómo los pantanos han inundado poblaciones antaño dinámicas como Poyos, La Isabela, Alcorlo, El Atance y El Vado, quedando de algunas solamente los esqueletos de sus casas y templos. He visto como todos se han ido, de Querencia, por ejemplo, de Matillas de Arriba, de Teroleja, o de Torrecilla del Ducado. He estado con gente, merendando en sus casas, en Villacadima y en Villanueva de las Tres Fuentes… y hoy ya nadie vive allí, al menos habitualmente.
De tanta desolación, de tanto abandono, de tanta pérdida de memoria, tratan estos tres amigos autores. José Ramón López de los Mozos, por desgracia, ya fallecido, pero los otros dos, sabios de viajes, de lecturas y análisis toponímicos, nos dan listas, nos enseñan fotos, nos entregan claves para saber más de esos lugares. La obra es un monumento a nuestros ancestros, a los que pasaron sin hacer ruido y sin dejar memoria escrita, pero latientes y seguros, como el latido de un corazón, que sería eterno si no nos empeñásemos en cargárnoslo.
La “Enciclopedia de los Despoblados”
En estos días aparece este libro que –ya en segunda edición, pero con un repertorio gráfico muy ampliado, y muchos despoblados nuevos añadidos– nos viene a dar la referencia precisa y minuciosa de todos y cada uno de los despoblados que existen en Guadalajara. A la vista, o en el recuerdo. Con piedras en la mano, o con solo los datos de su nombre y significado.
Ha sido escrito por José Antonio Ranz Yubero y María Jesús Remartínez Maestro, habiendo colaborado muy ampliamente con ellos el ya fallecido investigador José Ramón López de los Mozos. Bajo el título de “Despoblados de la provincia de Guadalajara” fue editado hace diez años por la extinta Caja de Ahorros de Guadalajara, que pocos meses después desapareció, y la edición casi entera se perdió. Por lo que muy poca gente pudo disfrutar de esta obra magna.
Se acompaña el texto, que abarca más de 400 páginas, de abundantes imágenes de despoblados (espadañas, muros, poblados en ruinas, fuentes…) y se completa con dos amplios índices (de poblaciones donde radican, y de despoblados propiamente dichos) y un enorme mapa a color, en el que pueden localizarse con bastante detalle los lugares referidos.
El libro ha sido editado este verano por la editorial alcarreña Aache, a cuyo cargo corren descubrimientos y recuperaciones como esta. Su ISBN el 978-84-17022-89-1 y su precio al público es de 20 Euros el ejemplar.