Cisneros en Guadalajara
Este año va a sonar Cisneros. El político y eclesiástico que con su empeño abrió muchas puertas a la historia y al ser de España. Se celebra, allá para noviembre, el quinto centenario de su muerte. Ya estaba enfermo cuando acudió a recibir a quien venía, desde Flandes, a ser rey de Castilla, por muerte de su abuela Isabel y de su padre Felipe: el que llegaría a Emperador Carlos, avanzaba desde Asturias por Castilla. Y el Cardenal Regente don Francisco Ximénez de Cisneros le esperaba en Roa, donde con el frío castellano se agravaron sus males y murió. Fue un 8 de noviembre de 1517. Va a hacer, este año, cinco siglos de aquello.
Quien fuera Cisneros
Nacido en Torrelaguna, en 1436, cuando esta villa perteneciente al señorío de los arzobispos de Toledo, formaba parte de la provincia de Guadalajara. Primer dato a tener en cuenta. Aunque está situada en plena campiña del Jarama, río también originario de nuestra Sierra Negra.
Pertenecía Cisneros a una familia de la baja nobleza, pero aún tuvo poisibilidades de cursar estudios, de teología y derechos, en las Universidades de Alcalá y Salamanca, y aun luego de trasladarse a Roma. Con las órdenes recibidas, joven aún, en 1471, fue nombrado Arcipreste de Uceda, aunque su evidente y ya temprana personalidad reformista le llevó a enfrentarse con la curia toledana, y acabó en prisión.
Poco después, en 1480, gracias a la amistad entrambos trazada y con el apoyo del magnate alcarreño don Pedro González de Mendoza, este le nombró Vicario General de la Diócesis de Sigüenza, estando en ese cargo (que era tal como ejercer de obispo delegado, ante la ausencia permanente del purpurado mendocino) hasta 1484, en que las ideas reformistas y la espiritualidad sincera de Cisneros le llevaron a ingresar en la Orden de San Francisco.
En ella pasó ocho años dedicado al ejercicio de la pobreza y la oración, sin olvidar el estudio y la talla de sus ideas reformistas, porque vista desde dentro la vida religiosa, y teniendo en cuenta el progresivo estado de inquietud en algunos espíritus sinceros, el objetivo de Cisneros fue desde entonces acometer una gran Reforma, desde el catolicismo estricto, de la vida religiosa. Y todo ello lo hizo estando como fraile en el convento de la virgen de la Salceda, en plena Alcarria de Peñalver y Tendilla.
Ese año de 1492, tan cuajado de acontecimientos en Castilla, es llamado por la reina Isabel para que ocupara el cargo que acababa de dejar libre fray Hernando de Talavera por su nombramiento como Arzobispo de Granada. Ximénez de Cisneros pasaba así a ser el confesor de la reina, y de inmediato, y vista su energía y claridad de ideas, le fue concedido el puesto de Arzobispo de Toledo, primado de España, señor de tierras y de almas. Desde ese puesto, ya sin trabas, inició la reforma pretendida desde mucho antes, sobre la orden franciscana inicialmente, y luego sobre el resto del clero, para eliminar privilegios, prebendas y malos usos. El tema, como es lógico, fue muy mal recibido en los ámbitos eclesiásticos tradicionales, pero los sínodos de su diócesis celebrados en Alcalá de Henares (1497) y Talavera (1498) acabaron por respaldar las ideas del arzobispo.
Tras la muerte de la reina Isabel, en 1504, Cisneros fue encargado de ocupar la Regencia de la nación. Partidario de Fernando como rey de Aragón, y su aliado en Castilla, impidió el acceso al trono de Felipe el Hermoso, marido de la heredera doña Juana. Fue el rey Fernando quien le consiguió, en Roma, el capelo cardenalicio, y quien le designó también Regente de su reino, al morir en 1516, de tal modo que cuando de inmediato, en 1517, el nieto de los Reyes Católicos, Carlos de Gante, fue reconocido como rey en Castilla y Aragón y en todos los territorios dependientes de los dos reinos, se dispuso a venir a España, Cisneros acudió a su encuentro, y murió en el camino. El de Carlos fue allanado de inmediato, pasando a ser rey de España, y de su Imperio.ç
Cisnero, poco antes, había llevado a cabo dos de sus grandes objetivos: la conquista militar del norte de Africa (las campañas victoriosas de Mazalquivir, en 1507, y de Orán, en 1508, y algo antes la fundación de Estudio General o Universidad de Alcalá (1498), donde se alcanzó, años después, su gran objetivo, la edición de la Biblia Políglota Complutense (entre 1515 y 1517).
Canciller y promotor del saber
Entre las muchas razones que llevaron a Cisneros a promover la realización y edición de la “Biblia Políglota”, están estas frases suyas:
para que todo estudiante… pueda tener… los textos originales… y ser capaz de apagar su sed en las mismas fuentes que fluyen hacia la vida eterna… hemos ordenado que se impriman las Escrituras en sus lenguas originales… acompañadas de su traducción… para lo cual [hemos usado] los manuscritos más exactos y antiguos.
Desde muy joven, tuvo por objetivo reformar la vida religiosa, aumentar el conocimiento y saber de los eclesiásticos: esa promoción de la vida ordenada, de la legalidad más absoluta, del respeto a todos, de aumento del saber y el conocimiento, es lo que movió siempre a Cisneros, hombre austero él mismo, impecable, recto y severo a un tiempo. Una personalidad de las que nunca han caído bien a nadie, pero que –reconozcámoslo- son imprescindibles para que una sociedad funcione.
Uno de sus objetivos desde la Regencia fue erradicar la opresión de los pobres y la malversación en los cargos. Eso supuso que el rey Fernando le nombrara Inquisidor General del reino. Y, como capitán general y regente, su idea evangelizadora fue tan lejos como la de eliminar cualquier rastro de islamismo en la Península, siendo severo con las prácticas de los moriscos que quedaron en el reino de Granda, y avenzando en la idea de tomar posesión de las tierras del borde africano del Mediterráneo, con el objetivo claramente estratégico de evitar nuevas invasiones hacia la Península. De ahí el golpe de Orán, en 1508, recibido con aplauso en toda Europa.
Otro de sus grandes proyectos, rematado en vida, aunque muy en precario en cuanto a edificios, fue la Universidad de Alcalá, en la que él quería una enseñanza moderna, abierta, y popular. Cuarenta y dos cátedras (6 de Teología, 6 de Derecho Canónico, 4 de Medicina, 1 de Anatomía, 1 de Cirugía, 8 de Filosofía, 1 de Filosofía moral, 1 de Matemáticas, 4 de griego y hebreo, 4 de Retórica, y 6 de Gramática) formaron de inicio los estudios, a los que muy pronto se apuntaron 7.000 alumnos. Su gran proyecto inicial, la Biblia Políglota, que optaba al mérito de ser leída por todos a partir de sus lenguas originales, pudo verlo terminado, en 1517, poco antes de morir. Lo que no pudo ver fue el gran complejo universitario, y la capilla dedicada a San Ildefonso, donde finalmente quedaría sepultado, bajo el solemne sarcófago de mármol tallado, en Italia, por Doménico Fancelli en su inicio, y por Bartolomé Ordóñez en su remate. Enterramiento imponente que hoy (vacío de sus restos, que permanecen en la catedral complutense) puede admirarse en su querida Universidad.
A la que pretendió que viniera, como profesor contratado, Erasmo de Rotterdam… lo que da idea clara de cuales eran sus intenciones. Renovación hasta el fondo de una sociedad y una curia que nunca le gustó a Cisneros, y que por cambiarla y mejorarla trabajó siempre. Esa España de resistencias, de esquivas miradas, de “te vas a enterar…” y de “quien se habrá creído este que es…” volvió a renacer tras la muerte de Cisneros. Y, por supuesto, Erasmo no pisó nuestro país. Le daba miedo.
Cisneros en Guadalajara
La relación de Francisco Ximénez de Cisneros, cardenal de Santa Balbina, título otorgado por el Pontífice humanista Julio II, con la tierra de Guadalajara fue siempre muy estrecha. De ahí que podamos aún considerarle “uno de los nuestros”.
Nació en Torrelaguna, a la orilla del Jarama, en territorio entonces perteneciente a la provincia de Guadalajara. Su familia, de terratenientes de la baja nobleza, y nada ricos, contó con algunos otros eclesiásticos, y dos hermanos agricultores.
Su amistad o protección, con el Cardenal Mendoza, a la sazón Obispo de Sigüenza, le consiguió un puesto de relieve en la diócesis, el de Vicario General y Capellán Mayor. Durante cuatro años gobernó Sigüenza, su ciudad, su catedral, su señorío y diócesis, en nombre de don Pedro González. Quizás lo vivido en esos cuatro años le sirvió de revulsivo para adoptar una postura radicalmente opuesta en su siguiente etapa vital.
En el convento de La Salceda, entre los términos de Peñalver y Tendilla, se encerró como humilde fraile franciscano durante ocho años más, de 1484 a 1492, en que la reina Isabel le rescató como su confesor personal, para ascenderle al año siguiente a Arzobispo primado en Toledo. Poco se sabe de lo que Cisneros hizo en La Salceda, pero no es difícil colegirlo, cuando el salto que dio al finalizar esa etapa fue tan mayúsculo. Estudio, escritos, reformas… todo lo cuenta, en definitiva, su mejor biógrafo, el alcarreño Alvar Gómez de Castro, en su “De rebus gestis a Francisco Ximeno Cisneros”.
En definitiva, una vida intensa, una figura fundamental, ahora recordada en el quinto centenario de su muerte, y tan unida a nuestra tierra de Guadalajara.