Desde Jirueque a mil partes
Al caer en nuestra manos, lo primero que podemos decir de “Nuevas Rutas a pie desde Jirueque” es que se trata de un libro sencillo y entretenido, en el que el buen escribir y el buen saber está garantizado. El autor regresa a la tierra donde ha vivido sus mejores horas, y la recorre, una vez más,
a pie, un paso tras otro, por sendas y trochas, describiendo paisajes, construyendo metáforas, pensando silencios y charlando con cuantos se encuentra en estos pueblos de la Alcarria, entre el río Henares y las sierras que ensayan sus alturas, sus lejanas brumas, llevando siempre el camino adelante, desde Jirueque a cualquier lugar, y volviendo seguro.
En las páginas de este libro, que lleva por título “Nuevas Rutas a pie desde Jirueque” encontrará el lector la memoria del autor, sabio de historias y escrituras, pero sobre todo conocedor de una tierra casi virgen, por la que le guiará con paciencia, con detalle, con la palabra justa para ofrecerle emociones y atesorar recuerdos de viajes sencillos por la tierra de Guadalajara en torno al Henares. Se entretiene el escritor en la minucia del paisaje, del cielo y de las plantas. Describe los caminos con meticulosidad, casi con mimo, y pone de cada una de sus veinte andanzas un plano detallado para que el viajero que quiera hacer ese camino no se pierda.
La obra está delicadamente editada, con inicios de capítulo en los que aparece algún detalle de la Naturaleza, y con muchas fotografías realizadas por el autor en sus caminatas. Cada ruta lleva un plano detallado de los lugares por donde se pasa, y el modo seguro de ir y volver. Siempre con inicio y final en Jirueque, desde donde parte, -porque allí tiene su casa- el autor. Al final del libro, además de un curioso índice onomástico en el que aparecen todos los nombres propios del libro, y en el que son mayoría los de gentes vivas, el autor nos da una ensoñación de su entrevista con “El Dorado de Jirueque”, el clérigo que murió en el siglo XVI y quedó enterrado, bajo la talla prodigiosa del alabastro dorado, en una capilla del templo de ese pueblo. Paseos por Jadraque, por Matillas, por Villaseca de Henares, por Pinilla de Jadraque y por Pálmaces… un libro entretenido, muy bien escrito, útil para los amantes de la Alcarria.
En Jirueque se inicia el viaje
Pedro Carrero Erases profesor de Literatura Española enla Universidadde Alcalá. Desde que nació va a Jadraque en verano, y a Jirueque en invierno, y a los pueblos de alrededor (“las vecindades”) siempre que puede. Pero donde ha puesto su casa es en Jirueque, ese pueblo recio y altivo que mira con ufana suficiencia a quien pasa junto a él, por la carretera, y que sabe mostrarse tierno y sabio cuando uno se cuela en su visceramen de callejas, y hasta charla con los vecinos, o se suma a sus fiestas.
Jirueque es lugar antiguo, poblado desde muy remotas épocas, y dominado por el señorío de los Mendoza durante siglos. Pero en esta ocasión, el profesor Carrero no se entretiene a hablarnos de su pueblo, ni de sus historias mínimas, porque ya lo contó en otro anterior volumen. Tan sólo se entretiene, en los tres capítulos finales, en una disgresión, una fábula o un relato maravilloso en el que charla durante largo rato con don Alonso Fernández de la Cuesta, el cura de Jirueque que tras morir fue enterrado en una capilla de la iglesia y cubierto su sepulcro de una talla impresionante. La fábula de Carrero nos le entrega vivo y charlando con el autor de gracias, desgracias y literaturas. Un capítulo final perfecto y entretenido.
Pero antes, y desde Jirueque, el profesor de literatura se planifica hasta 16 rutas que partiendo de su pueblo se alargan hasta otros de la zona, progresivamente más lejanos, en caminatas que cunden y no acaban: hasta Pálmaces de Jadraque llega, hasta Las Casas de San Galindo, hasta Membrillera, hasta Villaseca de Henares… por decir los lugares más lejanos.
En cada una de esas carreras, que le llevan el día entero, el autor va describiendo paiajes, que son mínimos porque son los que le quedan al costado de su hombro, bajo las botas que calza, en la punta de su bastón. Pasa entre trigales y maizales, se moja, se quema y se queda a veces dormido bajo una carrasca. Todo ello le da pie a describir paisajes, a memorar historias y a charlar, siempre, con los seres humanos con los que se va encontrando. Que son pocos, porque ya es escasa la parroquia en estas Alcarrias extremas. Algún viejo hortelano, varios excursionistas, curas y secretarios, gentes relacionadas conel turismorural, los dueños de los pequeños bares de los pueblecillos… una humanidad que parece ir en decadencia, en retirada, que se ha quedado muda viendo pasar el mundo, allá lejos, tan deprisa.
Otros lugares de la Alcarria
Planificados los trayectos, Carrero se echa al monte como un pacífico carlista del siglo XXI. En los libros como este, donde prima la naturaleza, el paisaje, las ganas de beber y el apacible consuelo de una sombra fresca, no hay espacio para la política: no trae a colación los recortes, ni la deuda, ni la herencia recibida. No se acuerda ni un momento de ese trajín que a los españoles nos consume en estos días de atravesada bilis.
Sube hasta el castillo de Jadraque, y apenas de refilón aparece el problema de su construcción/reconstrucción/hundimiento/abandono. En ese monólogo hecho sin pausa en el que como una catarata surgen las impresiones y las sabidurías, el lector vive con Carrero la emoción de la subida a las almenas más altas.
Discurre junto al río Cañamares hasta llegar a Pinilla de Jadraque, donde admira la iglesia parroquial, de estilo románico, muy bien restaurada ahora, siempre asombrosa para quien la ve por vez primera. No entra en disquisiciones metafísicas o teológicas acerca del contenido tallado de sus capiteles, pero sí que charla largo y tendido con su amigo Domingo, el del molino del Cañamares, y luego a la vuelta se entretiene en la plaza de Medranda a beber del agua de sus fuentes.
Sube la cuesta que luego le hace bajar casi en picado hasta Castilblanco de Henares, donde tras pasar junto a la iglesia, en proceso de restauración (una mezcla rara de románico y renacimiento) sube al cerro de San Cristóbal, que es punta emblemática sobre la unión del Cañamares y el Henares. Allí elucubra de nuevo sobre el paisaje, la provincia, a literatura y los humanos. Carrero va solo siempre, pero el lector es compañero, y al final del libro se han hecho amigos, sin saberlo. Cuando dentro de poco cientos de personas lean este libro, -que es ligero y fácil, y puede ser leído a trechos, como se escucha un CD canción por canción- todos se darán cuenta de que han hecho amigos del profesor Carrero.
Sigue luego un viaje a Membrillera, en el que ha de cruzar, a pie, porque no hay otro sitio donde hacerlo viniendo desde Castilblanco, el río Bornova. Y se alarga otro día hasta la altura de Las Casas de San Galindo, en cuyo camino descubre la hermosa ermita de la Virgen de Cáritas, que está aislada y como perdida en un lugar de ensueño, entre arboledas, huertas y cerros. Lo brinda como una meta más para el lector: así es nuestra tierra, hecha de milagros puntuales, de sitios en los que la soledad, el rumor del agua, la pasión del viento, nos envuelve de continuo.
En sus viajes a pie, Carrero se acuerda de los olores y sabores de su infancia, parece estar viendo las escenas de segadores en los julios de cuando era pequeño, y nos entrega su visión cosmológica y panteista de la naturaleza (muy ecológica, por supuesto, porque todo viajero de campos es ecologista a ultranza) y trata con ello de regresar a su patria, que como en Baudelaire, y en Rilke, y en Delibes, es simplemente la infancia, a la que todos queremos volver cuando se ponen las cosas mal en nuestro torno.
El Autor de las Rutas
Pedro Carrero Erases Doctor en Filosofía y Letras (Filología Románica) por la Universidad Complutense de Madrid. En la actualidad es Profesor Emérito en la Universidad de Alcalá. Ha sido Catedrático de Escuela Universitaria y Profesor Titular de Literatura española en la misma Universidad. Ha escrito varios libros y cerca de doscientos artículos, especialmente sobre literatura hispánica contemporánea. Entre sus libros destaca la reciente publicación del manual El arte de narrar, que fue presentado no hace mucho en el Ateneo de Madrid. Viajero empedernido, ha discurrido por varios países de Europa, Asia y América en programas de intercambio universitarios. Fue redactor del Diccionario Histórico dela Lengua Española, dela Real Academia Española y ha sido Director del Departamento de Filología de la Universidad de Alcalá. Dirige en su Universidad cursos de verano (19 años consecutivos) sobre literatura contemporánea, y, desde 1999 y con carácter bienal, cursos sobre la India enla Universidad Complutense de Madrid. Es miembro numerario del Instituto de Estudios Madrileños y Presidente del Instituto de Indología.
Como bien lo demuestra en esta obra, una de sus mayores pasiones es hacer senderismo: acostumbrado desde pequeño a las caminatas, ahora es capaz de caminar hasta cerca de treinta kilómetros en un solo día, como lo demuestran algunos de los viajes que componen el presente libro.
Un libro de viajes por la Sierra y el Henares
Tras la presentación del libro el próximo martes en el Salón Multiusos del Centro Cultural “San José”, de la Excmª Diputación provincial, en cuyo acto está previsto que hablen el prologuista (José María Bris), el editor (Antonio Herrera) la diputada de Cultura (Marta Valdenebro) y el propio autor (profesor Pedro Carrero Eras), se pondrá a la venta en librerías. El libro tiene 208 páginas, y lleva por título “Nuevas Rutas a pie desde Jirueque”, figurando como número 10 de la Colección “Viajero a pie” de Editorial AACHE, que es una colección creada para que los aficionados a los libros de “viajes literarios” se encuentren con una Naturaleza nueva y desconocida. No solo es entretenido, sino que es útil, porque de cada una de las 20 caminatas que se monta el autor, viene el mapa detallado, además de una serie preciosa de fotografías.