¿Qué pintamos aquí?
En las Ferias y Fiestas de este 2008, el Ayuntamiento de Guadalajara ha convocado su XI Certamen de Pintura al Aire Libre, que ha contado con una nutrida participación de artistas. Ha sido la undécima ocasión en la que cientos de retinas se han puesto en marcha para mandar sus impresiones al cerebro y este, en reflejo cuidado y concienzudo, transformarlas en arte sobre lienzos que a primera hora de la mañana estaban blancos, y al final del día aparecían coloreados y definiendo aspectos concretos, en escorzos nuevos y con latidos propios, de la ciudad.
Un esfuerzo compensado
Las Ferias y Fiestas del 2008 serán, sin duda, unas fiestas recordadas. Porque en ellas se ha plasmado un cambio, el primero del siglo, que ha sido unánimemente reconocido. Un ferial más grande (52.000 metros cuadrados, 17.000 más que el anterior frente a las Adoratrices) más limpio, mejor organizado, más propio de gran ciudad, alejado del centro para no molestar, pero cerca de él para poder ir andando. Y espectáculos para todos, absolutamente para todos los gustos. El ruido, como siempre, en exceso, pero bueno, son unos pocos días. Y el contento general.
En esas Ferias, que han tenido además el gran acierto de recobrar, por fin, la dignidad de una Cabalgata Festiva, elegante y limpia, con su desfile de carrozas, grupos musicales y simpatía respirada, se ha lanzado el arte a la calle en su Certamen de Pintura al Aire Libre. Me ha interesado especialmente esta actividad, porque ha supuesto que muchos pintores y artistas se hayan dedicado, durante todo un día, a recoger lo más espléndido de nuestra ciudad. A descubrir (obligación que debería ser general, y a diario) la belleza escondida de calles, plazas y edificios guadalajareños.
Pinturas por las calles
No fue Guadalajara una ciudad de pinturas. Sí de pintores, porque a lo largo de los siglos aquí vivieron y trabajaron gentes como Hernando Rincón de Figueroa, pintor de los Reyes Católicos, al que se deben retratos de nobles y representaciones de milagros, o los López de la Parra (Pedro, Juan y Diego) que se dedicaron a enlucir, dorar y pintar retablos por parroquias y conventos. Deben recordarse aquí a Juan Ortiz, Lucas de Rueda y Francisco de la Herrera, a todos los cuales analiza Ramos Gómez en su magnífico estudio “La pintura en la ciudad de Guadalajara y su jurisdicción (1500-1580)”. Hasta extranjeros hubo, como Felipe Bosque y Gabriel Girandés que pintaron retablos por las iglesias y cuadros para los nobles.
En tiempos más recientes, los nombres de Regino Pradillo, Antonio Burgos y Jesús Campoamor, más una nutrida nómina de artistas entre los que surgen, como analistas del cotidiano vivir, los pinceles de Gamo, Rodrigo y el mismo David Pérez Fernández, quizás el más fino e inquisitivo, más elaborado y poético de todos ellos, suponen la tranquilidad de que la ciudad ha sido vista y retratada con el amor que merece.
Su ornamentación ha quedado en manos de otros, como Rafael Bosch, que le puso trampantojo a la calle mayor alta junto al Casino, o como Manuel Méndez Reyes, que nos dejó aquel recuerdo de la cultura americana en el muro de una casa de la travesía de Beladíez, hoy por desgracia un tanto desasistida. Una turba de anónimos pintores han ido afeándola con los graffitis que noche tras noche embadurnan paredes, portadas y hasta los monumentos de categoría nacional. De vez en cuando, surgen espléndidas anotaciones sobre muros, consentidas y aún pactadas, como las que han surgido en Montemar recientemente, y algunas que, como la de las tapias del Instituto de Aguas Vivas, tienen su fuerza en el retrato de los dos mundos antagónicos en que cabalgamos.
Los artistas del Certamen al Aire Libre
Pero lo mejor ha estado, sin duda, días pasados, en la fuerza que le han puesto los artistas participantes en el XI Certamen de Pintura al Aire Libre de Guadalajara. La fiesta les ha unido, y cada uno ha escogido el rincón que le ha parecido más bello, la perspectiva ilustre y colorista. Viendo, al final del domingo, las cinco docenas de pinturas participantes, saqué una conclusión inquietante, y es que en Guadalajara hay demasiadas ruinas, demasiados rincones con los cables cruzados, como a la espera de que una piqueta misericorde se los lleve y pueda alzarse de pronto un bloque de apartamentos al estilo nuevo. Esto ocurría hace un par de años con velocidad de rayo, pero ahora se ha parado, y va a estar así, quietecita la ruina y esperando el bloque de apartamentos una temporada.
El palacio del Infantado no es que haya sido la estrella principal del día, ni mucho menos. Ni la capilla de Luis de Lucena, ni el palacio renacentista de Antonio de Mendoza, ni el retablo de San Nicolás… esas cosas están escondidas siempre, y sin luz suficiente para que las retrate alguien. Por eso los pintores se han ido a las plazas, a los cruces de calles, a las alturas desde donde se ve a lo lejos el panteón, o las terreras del Henares, o al suelo mismo, y desde allí han tomado distancias de lo que se mueve por la plaza mayor. Y han salido unos cuadros que, en general, están muy bien, con ocho o diez con derecho a premio.
Esto vuelve a recordar, a quien se para a mirar las interesantes perspectivas de Guadalajara, que está pendiente de montar el Museo de la Ciudad. Es verdad que entramos en tiempo de crisis, y que las arcas municipales están más que a régimen: están depauperadas. Pero este aspecto de la imagen urbana vista y vivida por los artistas es uno de los elementos fundamentales de todo Museo de ese tipo. Por eso es bueno que el Ayuntamiento se vaya haciendo con un buen depósito de pinturas para en su día montar la sección de Arte Gráfico Arriacense.
Y para terminar esta meditación y paseo por la Guadalajara en Fiestas, felicitar de nuevo a todos los que han tenido en sus manos el peso de la organización, la preocupación de una marcha homogénea de estos días, porque su esfuerzo ha merecido la pena, y en la calle, que es donde se oyen las verdades y donde madura la conciencia de las cosas, la gente ha quedado sorprendida y muy contenta. Un aplauso a este Ayuntamiento de generosas voluntades.
Expresiones en las Salas de Arte
Inauguradas unos días antes de las Fiestas, quedan abiertas todavía por unos días algunas buenas exposiciones de arte en Guadalajara. Hasta el 26 de Septiembre estará en la Sala del edificio social de Caja Guadalajara, Antonio Burgos con su muestra “El agua y la tierra”, imágenes cuajadas de su mejor momento artístico. En el Centro Cultural de Ibercaja permanecerá hasta el 27 de septiembre la muestra “Y el color del gesto” de Pilar Moré. Y en el Colegio de Arquitectos de la Calle Teniente Figueroa se podrá visitar hasta hoy mismo la exposición de pintura, fotografía y papel reciclado “Alta Densidad” que nos ofrece Pablo Rodríguez Guy. Y en la Galería de Arte “Liceo” será Pablo Cano quien muestre sus “Paisajes” hasta el 15 de Octubre por las tardes. Además, en otras salas de exposiciones, habrá muestras del principal arte del siglo XX, la fotografía, de la que Guadalajara es en muchas cosas pionera: al menos hasta el 5 de octubre en la Sala Azul de la primera planta del palacio del Infantado se podrá admirar las obras producidas en el “Foro Ojo Digital” por diversos autores. Y en la salita del CEFIHGU del Colegio de San José hasta el 30 de septiembre estará visitable la exposición sobre Fotografía en la prensa antigua de Guadalajara, un revival de imágenes que nos ofrecen la verdad de nuestra ciudad hace ahora un siglo.