Novedades en el románico de Guadalajara
Viajando por el territorio provincial, de vez en cuando se encuentra el viajero con sorpresas que aún le proporcionan los viejos conjuntos monumentales de nuestros más recónditos pueblos. Hablando del románico, parece estar ya dicho todo. Los libros de Layna, los estudios de investigadores, las crónicas de viajeros, los relatos de quienes una y otra vez van a asombrarse de su lozanía arcaica, de su riente color pardo: todo parece estar dicho del románico de Guadalajara. Pero, afortunadamente, de vez en cuando salta la emoción y el dato nuevo, la perspectiva inédita, el hallazgo conquistado. Y eso ha ocurrido en algunos de nuestros edificios que, para que los aficionados a este arte exquisito lo apunten en su agenda y se programen una visita cuanto antes, aquí anotamos.
Un capitel silense en Romanillos de Atienza
Se tuvo siempre al libro de Layna Serrano “La Arquitectura Románica en la provincia de Guadalajara” como la pauta informativa más seria y fiable de todo cuanto se ha hablado de este tema. En la tercera edición de ese libro (Aache, 2001) se han añadido varias docenas de ejemplares y templos, portadas y espadañas, ábsides y galerías, que no llegó Layna a estudiar, muchas veces por imposibilidad física de acceder a lugares tan recónditos en la primera mitad del siglo XX.
Entre ellos estaba el templo parroquial de Romanillos de Atienza, un pequeño lugar situado en la falda meridional de la Sierra Ministra, que separa Guadalajara de Soria. Pues aún ha habido novedad en ese templo. En un reciente viaje al lugar lo hemos podido constatar y aquí damos noticia de ello: Además de la espadaña, grandiosa y de sentido monumental sobre el hastial de poniente, la murada sur del templo añade ahora el valor de su hemigalería oriental con los arcos descubiertos. Lo que hasta hace poco eran solo insinuaciones de arcos y capiteles, tras un cuidada restauración en los pasados meses se han descubierto sus arcos, y un capitel que sin resultar especialmente hermoso, tiene la calidad de lo nuevo, de lo recién descubierto: un capitel de reminiscencias silentes, que viene a confirmar nuestra afirmación, antigua y apoyada en otros ejemplos de la zona, de que la influencia estilística de las iglesias románicas de la sierra de Pela es directamente copiada del claustro de Santo Domingo de Silos.
El capitel, muy elemental en su factura, con figuras muy simples, pero de formas y significados evidentes, ofrece a la vista dos de sus caras. Se supone que las otras fueron picadas en su día, cuando se cerró la galería. Al abrirla ahora, han surgido nítidas sus caras meridional y oriental, en las que se aprecian sendas parejas de animales, que, siguiendo los morfemas de Silos, son parejas de águilas enfrentadas, de largos cuellos, y picudas cabezas que miran al suelo. Sus grandes cuerpos, con alas explícitas, chocan entre sí, dando lugar a una doble y armoniosa curvatura gracias al acodamiento de los cuellos y al enfrentamiento de las cabezas. En las fotografías anejas se ve muy claramente, por lo que no hay que insistir en mayores descripciones.
Sí conviene decir que la factura es netamente popular, muy basta, hecha por canteros ambulantes que se habían pasado antes por Silos (que no está tan lejos, solo unas pocas leguas al otro lado de recién cruzado Duero). Cuando se han puesto a tallar el capitel de Romanillos, todavía llevan en la retina los modelos del claustro de Santo Domingo de Silos: dos días antes lo han estado viendo.
El autor de la iglesia de Villaescusa
Hace un par de meses, una numerosa concurrencia protagonizó una marcha reivindicativa sobre la iglesia románica de Villaescusa de Palositos, en las parameras alcarreñas de entre Escamilla y Peralveche. El motivo era la solicitud de que se tomen medias para evitar su progresiva ruina, su deterioro continuo por abandono, llamando la atención sobre la situación extraña en que se encuentra ese edificio, dentro de una finca particular a la que se prohíbe el acceso de visitantes, aunque el edificio sigue siendo propiedad del Obispado seguntino.
En esa marcha, en la que todos cuantos quisieron admirar el viejo templo medieval pudieron hacerlo, a pesar de las medidas disuasorias que puso en marcha la Guardia Civil, que finalmente vio que los andarines iban realmente en son de paz, y su objetivo era mirar piedras antiguas, fotografiar ruinas ancestrales, hubo quien fotografió piedra a piedra el templo, y al final se encontró con la sorpresa. Detalle que aquí se publica por primera vez, y que quiero agradecer a Carlos Otero Reiz, alma de este movimiento, que me la ha proporcionado y permitido comentarla.
La inscripción que aparece tallada en una piedra del muro del templo, y que se ve en fotografía, y se desarrolla en dibujo junto a estas líneas, ofrece nada menos que la “firma” del arquitecto constructor del templo. Un tal Selim, en el siglo XIII (época a la que adjudico la construcción de esta iglesia) fue quien dirigió las obras de la iglesia parroquial de Villaescusa de Palositos. En muy pocos lugares más ha quedado así de nítida la firma del autor: en San Bartolomé de Atienza y, más modernamente, en Nuestra Señora de los Huertos de Sigüenza.
Aquí en Villaescusa de Palositos se lee con toda nitidez: GILEM FECIT HAEC ECCLESSIAE, que debe traducirse, en frase sencillísima y definitoria, como “Gilem [Guillermo] hizo [o edificó] esta iglesia”.
La portada, de arco semicircular y adornos de bolas; la espadaña sobre el muro meridional; el ábside contundente, esbelto y adornado de sencillas ventanas aspilleradas, son elementos suficientes para considerar a este templo como una de las interesantes piezas de ese románico, olvidado y lejanísimo, que sin embargo debe recibir también el cuidado de las autoridades culturales. Y para ello, nada mejor que restaurarlo, contener su ruina, y dejar que pueda ser visitado.
Arpías desdibujadas en Hijes
También de Hijes proceden algunas imágenes que el buscador del románico guadalajareño no debe echar en olvido. No mencionaba Layna en su obra clásica esta iglesia, que siempre anduvo bastardeada por reformas modernas. Pero la restauración recibida hace pocos años, ha permitido sacar a luz y poner en valor su portada, extraordinaria de formas y adornos, su ábside semicircular y pulcro, y el edificio completo que se ve magnificado por una espadaña triangular sobre el muro de poniente.
La portada de Hijes, de la que acompaño una fotografía a estas líneas, es de arco semicircular exornado por arquivoltas múltiples en las que se ven talladas molduras, volutas, ajedrezados, rosetas y un sin fin de adornos que le confieren cierto “cultismo” con respecto a lo que ofrecen las iglesias minúsculas de los pueblos del contorno. Además, esos arcos apoyan, a través de una imposta, sobre capiteles en los que también muy simples y rudos, aparecen seres remotos y actitudes medievales. Entre ellos hay unas figuras, posiblemente femeninas, posiblemente arpías o sirenas, que son trasunto rural e imperito de los modelos silenses. Otra vez la influencia del gran cenobio benedictino burgalés, que como un faro irradió su influencia por toda Castilla, especialmente por las lindes inferiores del territorio cercano al reino de Toledo.
Sin duda que los escultores, devotos, peregrinos, viajeros y recueros que andaba pateando Castilla entera cuando no estaban sus suelos cubiertos de nieve, una y otra vez se llegaban a Santo Domingo de Silos, y en el claustro quedaban maravillados de tanta prolijidad de mensajes, de tan bellas imágenes como allí se mostraban. Como aún se muestran, por suerte para todos.
Apunte
Los capiteles de Silos
No debe dejar de visitar Silos quien busque la emoción que surge de la piedra tallada del románico. Abre a diario, mañana y tarde, de 10 a 13:30 y de 16:30 a 19, especialmente el claustro, que se admira en visita guiada. Los dos pisos del claustro, las cuatro pandas de cada piso, muestran sus columnas rematadas en capiteles dobles en los que aparecen infinidad de figuras mitológicas, mágicas, todas heredadas de la simbología y la plástica del mundo oriental. Hay que ir preparado a la sorpresa, pero mejor es llevarse leído algo sobre el monasterio y claustro, porque las explicaciones de los guías son algo superficiales y bastante pesadas. Se llega desde Guadalajara subiendo por Atienza, Miedes, Burgo de Osma, San Leonardo y antes de llegar por la carretera Soria-Burgos a Salas de los Infantes, doblar a la izquierda, para llegar de inmediato a Silos. Merece la pena.
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