Tortuera, una villa, una historia
El próximo miércoles 11 de agosto, y a las 7:30 de la tarde, se va a presentar en Tortuera un libro que ofrece completo el devenir y la esencia de esta villa molinesa. Esperado con gran expectación este libro, y ahora que la afluencia en la paramera molinesa es completa, sus autores explicarán los parámetros sobre los que han tejido este impresionante tapiz de historias, descripciones, opiniones y recuerdos.
Tortuera está en el extremo nororiental del Señorío molinés, a más de 1.100 metros de altitud sobre el nivel del mar, en el centro de lo que se ha dado en llamar “el granero del Señorío”, porque sus tierras (es el segundo término municipal más grande de los 81 que constituyen el Señorío) desbordan de mieses allá por julio, y ahora en los inicios de agosto están ya recogidas y puestas a buen recaudo. Confina por el norte con algunos municipios turolenses, y está a medio camino entre Molina y Daroca, más cerca de Teruel y de Zaragoza que de su capital provincial, Guadalajara.
Tortuera es una villa cuajada de memorias y aconteceres. En ella tuvieron asiento los celtíberos, a lo largo del milenio anterior a nuestra Era. Y de hecho, se han encontrado importantes restos en castros y asentamientos varios, entre los que destaca el cerro de Guisema. Esa finca, que ocupa casi la mitad del término, y hoy es propiedad particular, fue antaño un próspero municipio, del que queda memoria en infinidad de crónicas y documentos.
A Tortuera le dieron vida, ya en tiempos relativamente modernos, algunos linajes de grandes posibles, como los Romero de Amaya, los López Hidalgo de la Vega, los Moreno, Vera, Herranz y Olmos. Todos ellos pusieron sus grandes casonas (casonas molinesas en el más puro sentido de la palabra) en sus principales calles y plazas. Y todos ellos dispusieron de enormes rebaños de ganado, especialmente de ovejas merinas, que les suponía una fuente ingente de ingresos, porque con su lana se mercadeaba en Castilla y en Europa a muy altos niveles. De ellos han quedado memorias y genealogías (que los autores de este libro han compuesto con toda fidelidad, sin faltar ni un solo nombre) y casonas en las que aún resuenan los pasos de tantos señores, de tantos doctores, canónigos, generales y gobernadores como de ellas salieron. La gloria de Tortuera viene, en buena medida, de aquellos linajes que ensancharon Molina a través de Castilla y Andalucía.
Tortuera en el Camino Real
La importancia de Tortuera en pasados tiempos, radicó en estar situada en el Camino Real de Aragón, el camino “de rueda” que permitía el cómodo tránsito entre la corte madrileña, y las tierras de Aragón y Cataluña hasta el Mediterráneo. Además añadía la preeminencia económica de estar en Tortuera situado el “Puerto Seco” o Aduana entre ambos reinos, lo cual suponía la obligación de parar al menos una jornada, contar, pagar, albergarse a numerosas personas, arrieros, trajinantes, potentados, mensajeros, etc. Es curioso observar cómo los pueblos de nuestra tierra han cambiado de importancia a lo largo de los siglos. Todo ello, casi siempre, condicionado por las comunicaciones. El Señorío de Molina, centro de la Península, y clave para su dominio político durante muchos siglos, ha llegado a “desaparecer del mapa” con la creación de autovías, AVEs y demás líneas rápidas de comunicación que se han situado fuera de él. De Tortuera se decía en las crónicas que era “Villa en la cual se registraban los caballos, el dinero y todo lo que cada uno llevaba consigo, porque esta villa está en la raya de Castilla y ninguno puede acá pasar sin registro”. En 1585 pasó por Tortuera el rey Felipe II, en pleno mes de febrero, por el camino que trataron con dificultad sus hombres de despejar de la nieve caída. Allí pasó el rey tres días, a la espera de que los agentes de Aduanas controlaran totalmente lo que la comitiva llevaba…. esto da idea de la seriedad y el control de la cosa pública que al Rey le gustaba se hiciera en toda ocasión, incluso con su propia persona.
Muchos otros viajeros ilustres pasaron y admiraron Tortuera. Entre ellos, el famoso Cosme de Médicis, quien junto a su dibujante Pier María Balde, y sus cronistas Corsini, Magalotti y Gorrina, fueron detallando lo que allí veían. En el dibujo que Balde dejó hecho de la Villa, se aprecia perfectamente la vieja “torre torcida” o tuera de la que recibió su nombre. Y la picota en las afueras de la población, que daba fe de su calidad de villa. Acompaño a estas líneas este grabado, importantísimo, hallado por los autores del libro que comento.
Escudos, pairones, ermitas…
En Tortuera podrá el viajero entretenerse mirando su patrimonio rico, brillante, bien conservado. Están de un lado las grandes y perfectas labra heráldicas de los apellidos y linajes que fraguaron su historia: la casona de los Romero, con ese escudo escoltado de dos lanceros infantiles, que acompaña a estas líneas, y la casona de los López Hidalgo, con el otro escudo que, curiosamente, se ve repetido en otra casa de la localidad alcarreña de Budia, donde también tuvieron sede estos señores.
Los pairones, emblemas pétreos del Señorío, son también numerosos en Tortuera. Aunque uno de ellos, el del Pilar, lo derribó un camión hace pocos años, y lo han tenido que reconstruir con ladrillo simple, los demás son espléndidos, y muy característicos de este tipo de arquitectura popular y sin autores: el de las Animas, a la entrada de la villa viniendo desde Molina; el de San Simón y San Judas, el más característico; y el de San Nicolás de Tolentino, el patrón del pueblo, y ubicado en su lugar más céntrico.
Fiestas y memorias
En Tortuera se celebran fiestas en honor de San Nicolás de Tolentino (con una romería que llega hasta la ermita del Santo, a donde había que ir en caballerías y carros; y de la Virgen de los Remedios, que después de una sequía muy dura la cambiaron y ampliaron el nombre añadiendo a su apelativo el de “la Fuente” que ella hizo milagrosamente brotar y desde entonces no se ha secado. Juegos, ritos y mudanzas salpican el calendario anual en Tortuera, con detalles de popular regocijo. Y eso se recuerda en las páginas de que hablo, porque a la historia y el patrimonio, una localidad añade, al menos, su costumbrismo y sus formas propias y autónomas de celebrar y divertirse.
Tortuera, una villa, una historia
El libro que se presentará el próximo miércoles en Tortuera, y que ofrece a lo largo de sus 500 páginas todo cuanto pueda imaginarse sobre esta localidad, ha sido escrito por dos grandes especialistas de la historia y el arte de nuestra provincia: uno de ellos es Francisco Javier Heredia Heredia, quien durante años ha peregrinado por archivos y bibliotecas anotando cuanto tenía relación con Tortuera. Y ha sido tal la cantidad de datos, que nada ha escapado a su indagación. El otro autor es Juan Antonio Marco Martínez, ya muy conocido por sus estudios sobre órganos, retablos e iglesias de la diócesis, y que en esta ocasión ha realizado un meticuloso análisis del patrimonio monumental de esta villa. La obra se complementa de algunos planos, grabados antiguos, fotografías en color de los elementos actuales, detalles de escudos y pairones, etc. Una amplia bibliografía y un interesante complemento de Apéndices documentales redondean esta obra, que es modélica en lo que respecta a la bibliografía provincial, y capital en lo que hace a Tortuera y todo su entorno del Señorío molinés.