El tímpano de San Sebastián
En un rincón de nuestra ciudad, apartado de las miradas, en alto y difícil escorzo, se encuentra una obra de arte que merece la pena traer a la atención pública. Se trata de la escena del martirio de San Sebastián (mañana sábado es su fiesta, tan celebrada en muchos pueblos de nuestra provincia), en la que vemos al mártir narbonense ejecutado por orden de Diocleciano: atada a un árbol, semidesnudo, es acribillado por las flechas que le lanzan desde uno y otro lado de la escena múltiples soldados romanos. Tras los de la izquierda, dos mujeres aparecen asustadas. Servía este tímpano de principal adorno a la gran portada principal de la capilla de San Sebastián, que existente en nuestra ciudad desde el siglo XVIII, aneja al palacio de los condes de la Vega del Pozo, fue restaurada y aumentada en tamaño y belleza por el arquitecto Ricardo Velázquez Bosco.
El palacio de doña María Diega
El que hoy conocemos como Colegio Champagnat de Hermanos Maristas, fue palacio de los Condes de la Vega del Pozo desde el siglo XVIII. Cuando pasó a habitarlo, a finales del siglo XIX, la titular del condado y ducado de Sevillano, doña María Diega Desmaissières, el afamado arquitecto burgalés Ricardo Velázquez Bosco fue llamado a desarrollar las necesarias reformas, que lo convirtieron en una maravillosa edificación, modelo de palacios y mansiones aristocráticas. Las obras se hicieron entre 1900 y 1910. Es curioso constar que de todo lo que Velázquez Bosco construyó para la duquesa en Guadalajara, no ha quedado ni un sólo documento, ni un solo plano original. Pudiera deberse al saqueo que en 1936 sufrió este palacio, incendiado y saqueado por masas incontroladas.
Tenía el primitivo palacio de los López Dicastillo una estructura palacial tradicional, con patio central, de dos pisos, escoltado de pilares. Velázquez lo amplió en todas las direcciones. Desde la parte posterior se salía al parque, que no sé muy bien de qué manera, tuve ocasión de verlo, siendo muy pequeño, dejándome una imagen de solemnidad y misterio. Hoy se ha convertido en un amplio patio para los deportes de los escolares.
En el viejo palacio, Velázquez añadió un torreón con cubierta afrancesada, una rotonda poligonal, acristalada, terrazas con balaustres, y muchas columnas, muchos adornos y muchos tímpanos… de los interiores, que eran deslumbrantes, hoy solo quedan vagos recuerdos. El principal estudioso de la obra de Velázquez Bosco, el catedrático madrileño Baldellou, es sumamente crítico con la actuación que los hermanos maristas realizaron a la hora de adecuar el palacio de la duquesa de Sevillano para Colegio.
En el costado meridional del palacio se alza la capilla de San Sebastián. Inicialmente tenía acceso también desde la calle, y para ello se construyó esa gran puerta de arco semicircular que vemos junto a estas líneas. Velázquez la trazó con toda la riqueza de su imaginación, y le puso esos capiteles perfectos, algunos de ellos en voladizo, sin columna, y otros con las volutas invertidas, además de la escena escultórica del martirio del santo, que también vemos ilustrando este trabajo. El primitivo proyecto para la capilla contemplaba dos torres laterales, pero al final Velázquez se decantó por una sola y esbelta torre con aires renacentistas, tal como hoy vemos. El interior, que es hoy capilla del colegio, no tiene ningún interés arquitectónico.
El escultor de San Sebastián
El autor de este magnífico conjunto escultórico fue Ángel García Díaz, un artista que a pesar de sus enormes cualidades técnicas y su inspiración llena de fuerza y sugestión, ha pasado casi desapercibido para la historia del arte español. De su estilo, que ofrece la elegancia y el dinamismo de la inspiración más firme y una técnica verdaderamente depurada, podemos decir que se encuadra en lo que podría denominarse como Simbolismo europeo.
García Díaz nació en Madrid, en 1873. Formó desde muy joven en el grupo de artistas que saliendo del romanticismo se aplicaron al nuevo movimiento simbolista, coleccionando sus primeras sabidurías bajo las lecciones del afamado Francisco Bellver y de los oficiales de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Como muchos de ellos viajó a Roma, donde permaneció tres años, y dos más en París.
Muy joven todavía, en 1892, obtuvo un premio en la Exposición Internacional por dos de sus obras. Más adelante, en las exposiciones generales de 1895 y 1897 también cosechó algunos triunfos, como lo había hecho previamente en la Exposición Universal de Barcelona de 1888. En 1899 ganó la medalla relativa a la Escultura Decorativa. En la Exposición de 1904 en Roma ofreció a la admiración pública «La planta del Senado», y la escultura titulada «En la vía de la vida».
A su vuelta a España entró al servicio de doña María Diega Desmaissières, que le encargó diversas esculturas para su panteón en Guadalajara (las tallas de San Diego de Alcalá y Nª Sra. de las Nieves), las pilas de agua bendita con cabezas de ángeles, y esta escena del martirio de San Sebastián para el tímpano de su Capilla privada. Aunque ya en 1901 hizo, por encargo del arquitecto Velázquez, el primer boceto para el enterramiento de doña María Diega, no sería sino a partir de 1916, tras la muerte de esta señora, cuando Ángel García se dedicara al proyecto y talla minuciosa del grupo escultórico que aparece en la cripta mortuoria del panteón, consiguiendo su obra suprema de elegancia y soltura, en un verdadero arrebato de arte modernista, que concluyó en el año 1921.
Muchas otras obras produjo por entonces este escultor magnífico y hasta ahora casi ignorado, pero que con toda justicia puede ser incluido en el catálogo de los escultores españoles del modernismo. Quedó el segundo en los concursos nacionales convocados para la realización del Monumento a Cervantes y del monumento a las Cortes de Cádiz. García Díaz es el autor de la famosa «Virgen de la Roca» en los bosques cercanos a Bayona, una imagen de 21 metros de altura, con una escalera interior, verdaderamente fastuosa. Son suyas también las figuras de la Escuela de Minas de Madrid, que talló por encargo del arquitecto Velázquez, así como los caballos del puente de María Cristina de San Sebastián, todas las imágenes en mármol de la iglesia madrileña de San Manuel y San Benito, haciendo múltiples figuras para el altar mayor de la catedral de Burgos y unos ángeles de 3 metros de altura en su claustro.
Para terminar, traer al recuerdo algunos detalles de aquel gran palacio que perteneció a la duquesa de Sevillano. Se inauguró en 1909, y los periódicos de la época narraron en alambicadas crónicas cómo era la mansión: el dormitorio de la duquesa estaba iluminado por cuatro balcones, y comunicaba con la rotonda, enorme y luminosa, con una fuente-surtidor de mármol en su centro. Todas las modernidades tenían su asiento en esta casa: luz eléctrica, ascensor, timbres, teléfono. Había un salón de fumadores que Velázquez decoró en arrebatada simbología árabe, con sus muros cuajados de azulejería de Talavera. Autoridades y pueblo, cuando eran invitados por la duquesa a entrar en esta casa, quedaban maravillados. Hoy, al menos, nos ha quedado un mínimo resplandor de tanta belleza: además de la forma externa y arquitectura de este palacio, podemos admirar esta escena del martirio de San Sebastián, del escultor García Díaz, que merece figurar entre lo más interesante del patrimonio artístico de la ciudad.