Asombros y recuerdos: iglesias de hoy y de ayer en Brihuega
El viajero se ha lanzado a la Alcarria, como quien se lanza a un universo nuevo, recién hallado en la página recóndita, nunca vista, de un libro. Con los ojos por primera vez abiertos, tras cruzar páramos y cuestarrones, el viajero llega a Brihuega, un lugar donde la historia de largos siglos ha ido cuajándose en edificios que mantienen en pie el vigor de las tradiciones. En Brihuega, lejos de cualquier eje del mundo, la paz sale tras las esquinas, y en los edificios señeros de su castillo, de su fábrica de paños, de su iglesia de Santa María de la Peña, de su Escuela de Gramáticos, y tantos otros, se relame la mirada y se pide que el tiempo pare, aunque sólo sea por un rato.
Hoy hemos llegado a Brihuega, y vamos en ella a visitar, aunque sea sólo el exterior, su templos de hoy, y a evocar, por escasos instantes, su templos de ayer, perdidos entre la maleza o entre las cisuras calientes y blandas del cerebro. De Santa María hoy nada decimos, porque es tan grande, tan alta su estampa, que en próxima semana nos entretendremos sólo con ella.
San Miguel
De los otros edificios sacros de Brihuega cabe decir algunas frases. Está situada la iglesia de San Miguel en la parte baja de la villa, a la salida de la misma camino ya de Cifuentes, y ha sido recientemente restaurada con unos criterios de modernidad. Así, y a pesar de que siempre está cerrada, puede verse su grandiosa portada abierta al muro de poniente, en limpio estilo románico de transición, con sencillos capiteles y múltiples arquivoltas apuntadas, y otra puerta sobre el muro meridional, del mismo estilo pero más sencilla. A levante se alza el ábside poligonal de traza mudéjar, construído de ladrillo descubierto, con múltiples contrafuertes adosados y sin ventanas. El interior, en el que prácticamente han quedado tan sólo los muros, ofrece tres naves separadas entre sí por fuertes arcos apuntados de ladrillo, decorados muy simplemente con aristas vivas. La nave central, más alta, tiene sus muros de aparejo perforados por vanos de diverso tipo, tanto alargados con remate semicircular, como de herradura y aun simples óculos, todo ello muy decorado con elementos de ladrillo. La cabecera se muestra completa, y se accede a ella a través de un arco triunfal apuntado que apoya en columnas y pilastras con capiteles de decoración vegetal, cubriéndose en su parte absidal mediante una hermosa bóveda nervada de ladrillo, en forma de estrella de seis puntas, lo mismo que el tramo recto del presbiterio. El estilo que inspiró este templo estaba netamente en conexión con el más puro mudéjar toledano, al que recuerdan las escasas estructuras que aquí quedan. La nave principal se cubre hoy de una estructura metálica con acristalamiento que le permite la entrada de luz cenital. La torre de las campanas está adosada al lado norte del templo, y muy posiblemente fue alzada primitivamente junto al templo inicial.
San Felipe
Para quien llega a Brihuega desde Guadalajara, es esta la primera iglesia que encuentra, porque está junto a la Alameda de María Cristina. Se trata sin duda del más bello de los templos de Brihuega. Construida en la misma época que la anterior, en el primer cuarto del siglo XIII, presenta la portada principal orientada al oeste, escoltada por dos potentes contrafuertes, cobijada en cuerpo saliente que se cubre de tejaroz pétreo sustentado por canecillos zoomórficos, alzándose las apuntadas arcadas que nacen de los capiteles vegetales y culminado el muro con tres rosetones, el central calado con semicírculos formando una estrella. Al sur existe otra puerta, más sencilla, pero también de estilo tradicional. El interior ofrece un aspecto de autenticidad y galanura medieval como es muy difícil encontrar en otros sitios. Se forma por tres naves esbeltas, la central más alta que las laterales, que se separan por pilares con decoración vegetal y se recubren con artesonado de madera. Se ven tallados algunos elementos zoomorfos en los capiteles de los pilares: algunas cabezas de lobos o perros que aparecen en el tramo de los pies del templo. Al fondo, el presbiterio, con su tramo recto inicial, y la capilla absidial, semicircular, de muros lisos, cinco ventanales aspillerados y cúpula de cuarto de esfera, completa el conjunto que sorprende por su aspecto románico de transición, netamente medieval.
La torre del templo no está totalmente unida a él, sino que se aprovechó uno de los torreones de la cercana muralla, poniéndole en lo alto unas campanas. Sin duda se alzó este elemento al mismo tiempo que el templo. Ello conlleva la evidencia de que los principales templos briocenses mandados construir por el arzobispo Rada tuvieron torres desde sus inicios, lo que también les daba un aire de modernidad añadida.
San Simón
Y ahora toca el turno de hablar de los edificios que fueron y hoy ya no son. A más de uno le encantará saber que Brihuega tuvo seis iglesias. Tres subsisten (San Miguel y San Felipe las acabamos de ver; Santa María será nuestro objetivo para dentro de quince días). Y otras tres desaparecieron (San Simón, San Juan y San Pedro). Recordemos estas brevemente.
La iglesia de San Simón es la primera de estas piezas arquitectónicas desaparecidas, aunque los mínimos restos que aún quedan están al parecer incluidos entre antiguas edificaciones, sin que pueda ya apreciarse estructura ni detalles. Catalina García alcanzó a verla muy entera a finales del siglo XIX, describiéndola así en su Catálogo Monumental de Guadalajara: «Iglesia mudéjar del siglo XIV, de ladrillo, con planta rectangular de siete metros de lado. Con ábside semicircular. En éste, cuatro arcos ciegos, lobulados, así como en los lados, se abrían otros de este mismo dibujo y de herradura. Sobre la puerta principal, frente al ábside, gran rosetón, también lobulado. En el fondo del ábside se abría un nicho de yesería, con decoración plateresca». Pudiera tratarse quizás del primitivo edificio de la mezquita, o de la sinagoga, pues ambos templos existieron con seguridad en Brihuega. Un documento de 1436, redactado por el visitador del arzobispo de Toledo disponía que se publicara un edicto en las iglesias de Santa María de la Peña et de Sant Phelipe e en la sinoga e mesquita de la dicha villa de Brihuega. En Brihuega existe aún una calle con el nombre de «La Sinagoga», por lo que no sería difícil que tal edificio fuera utilizado tras el año 1492 como iglesia, con apreciables restos de tipo medieval mudejarizante.
San Pedro
Es San Pedro otra de las seis iglesias que se levantaron en la Edad Media a instancias de los arzobispos toledanos. y que vino a presidir el barrio del mismo nombre, situado en la falda oriental del castillo. Se construyó a finales del siglo XII, presumiblemente en un estilo románico puro y ya en los finales del XVI no se utilizaba, iniciando su ruina que hoy ha llegado a ser tan completa que apenas se ven de ella mínimos restos entre las huertas. Fue parroquia al menos hasta 1650, y en el siglo XVIII se la catalogaba como «ermita». Desde el siglo XVI aparecía como un edificio abandonado, aislado entre las ruinas del barrio, que se fue despoblando al haber quedado en el siglo XIII fuera de la muralla. El viajero puede aún apreciar hoy en día la basamenta de la columnata sustentadora del arco triunfal que daba paso desde la nave única al ábside, tallada en buen sillar, así como restos bajos de mampuesto del lateral norte del ábside.
San Juan
Y al fin recordamos (y a muchos brihuegos y brihuegas se les saltarán las lágrimas al recordarla, pues estuvo alzada y casi viva hasta no hace muchos años) la quinta iglesia de las que hoy hablamos, la de San Juan, fundada en el siglo XII por el arzobispo toledano don Juan, y construida en esa misma centuria con una estructura románica de una sola nave, bóveda de cañón sustentada sobre dos arcos fajones, ábside semicircular, y de muy pequeñas dimensiones. El cardenal Tavera la mejoró y amplió en el siglo XVI, construyéndole aneja sacristía y la capilla de la Virgen de la Zarza, así como cuatro contrafuertes en el muro de mediodía, escoltando a la portada que fue adornada con columnas y molduras de la época. Juan de Villa como escultor y Felipe Sanchez como pintor, ambos toledanos, le construyeron el retablo en 1621. Su progresivo deterioro hizo que dejara de ser parroquia en 1900, y tras el expolio sufrido en 1936, la torre y lo poco que qedaba de templo fue derruido en 1965, de tal modo que hoy sólo la constancia del lugar y el recuerdo de los más mayores queda de este templo. Puestos a lamentar pérdidas, cabe aquí decir que durante la Guerra Civil española de 1936-39 se perdieron en los templos de Brihuega una cantidad ingente de obras de arte y de documentación histórica, inútilmente destruida cuando a nadie hacía daño. Entre otras cosas, se perdieron el gran retablo renacentista de la iglesia de San Miguel, el enterramiento gótico del canónigo Molina en dicha parroquia, la talla de la Virgen de la Zarza en San Juan, órganos, campanas, retablos, casullas y documentos sin fin.
Basta este botón, (cinco han sido los botones, realmente) para considerar la riqueza monumental de esta villa alcarreña que tan cerca, tan a mano tenemos. Hay que aprovecharse y salir ya, corriendo, a visitarla.