Lópoez de Medina, Fundador de la Universidad de SiGüenza
Estamos celebrando este año una efemérides cultural, que quizás está pasando un tanto desapercibida para el común de las gentes, atentas siempre a perentoriedades más a ras de suelo, pero que en cualquier caso es digno y es obligado tener en cuenta. Trátase del Quinto Centenario de la Bula Fundacional de la Universidad de Sigüenza, que en abril de 1489 fué extendida por la Cancillería Vaticana y signada por su Pontífice Inocencio VIII, confiriendo al Colegio de San Antonio de Portaceli la facultad de entregar títulos de bachiller, licenciado y doctor en diversas materias.
El pasado mes de julio, dentro de los Curso de Verano que la Universidad de Alcalá organizó en Sigüenza, y que constituyeron el más sonado éxito de asistencia que se recuerda, se celebró una semana dedicada a conmemorar este hecho a través de diversas conferencias sobre la propia Universidad seguntina, los personajes en ella formados, su facultad de medicina, etc. Yo me encargué de revisar la figura de su fundador, el canónigo seguntino don Juan López de Medina, aportando una visión que creo puede calificarse de novedosa y que, expuesta con todas las precauciones lógicas por cuanto tiene de aventurado y notorio hablar del posible origen de este individuo tan solo por conjeturas heráldicas y deducciones un tanto encauzadas, sirvió para levantar cierta polémica, lo cual considero que es saludable, pues además de que «de la discusión sale la luz» cabría decir que solo cuando a un tema estancado (y este de los orígenes familiares de López de Medina lo era hasta ahora) se le aporta una decisión creativa y un impulso imaginativo, es cuando se le pone en vías de solucionarlo. Yo no he hecho tal, pero creo que he puesto los medios.
De siempre se había considerado que este personaje era de un claro origen ilegítimo. Su padre, según él mismo confiesa, era tonsurado y a mediados de su vida alcanzó a ser canónigo de la catedral seguntina. De su madre nada se sabe con certeza. Pero existen dos elementos muy claros que nos dicen de la pertenencia de este personaje al clan de los Mendoza.
Es el primero, la protección que siempre le dispensó el Cardenal Mendoza. Todos saben que este alto personaje de la política hispana de finales del siglo XV solo ayudó a cuantos pertenecían realmente a su esfera familiar o intelectual más cercana. Mendoza ayuda a López de Medina en todos los escalones progresivos de su carrera eclesiástica, y allí por donde el purpurado alcarreño va gobernando obispados, va entregando a nuestro personaje prebendas y beneficios.
Es el segundo el escudo heráldico de López de Medina, profusamente utilizado por él, e incluso cedido al Colegio de San Antonio que fundó y que luego se transformó en Universidad. Ese escudo consta de una banda cruzada de color rojo sobre campo verde, añadido de dos cuarteles de color azul sobre los que campean sendas estrellas de oro, añadiéndose todo de la frase «Ex Alto» (procedente del Cielo) que como lema adoptó para sí y cedió luego al Estudio seguntino. Ese escudo primitivo de la banda roja en campo verde es el propio de los Mendoza, por lo que ello nos llevó a pensar que, desde la perspectiva de la heráldica medieval, tan elocuente en ciertas cosas, López de Medina estaba expresando claramente su origen mendocino.
Quien fueran los reales progenitores de nuestro personaje, es lo que no está de ningún modo clarificado. Se había dicho que lo había sido el conde de Tendilla. Imposible, porque el primer personaje que usó tal título había nacido en 1419, nueve años después que López de Medina. Hubiera podido ser el marqués de Santillana, o su padre el Almirante de Castilla don Diego Hurtado. Por las fechas de muerte y nacimiento de uno u otro, y la del nacimiento del Arcediano López de Medina (1410) tampoco es posible esa posibilidad. Solo había en 1410 un Mendoza que hubiera podido procrear a este individuo. Y era una mujer. Concretamente doña Aldonza de Mendoza, de cuya vida «liberal» y aventurosa ya parece que hubo sus frutos en otro sujeto que, según la conocida teoría de don Ricardo Sanz, hubiera sido el Cristóbal Colón descubridor del Continente Americano.
Sé que habrá quien sonría ante esta sugerencia. Nada hay probado. Pero los elementos necesarios para elucubrar con cierta fuerza y, solo a título de hipótesis, plantear una salida al misterio del origen familiar, y a la explicación de su meteórica carrera eclesiástica, de López de Medina, están servidos. El tiempo, y en su día los documentos o las pruebas definitivas de su veracidad o falsedad, dirán la última palabra.
Este ha sido nuestro homenaje, sencillo y breve como el último que es, hacia la Universidad de Sigüenza en su quinto centenario y hacia el hombre que la fundó y con ella dio días y siglos de gloria a la Ciudad del Alto Henares. A ese don Juan López de Medina, al que todos los tintes le cuadran. Así fué de polimorfa y rica su personalidad.