Pinilla de Jadraque, recuperada maravilla del románico
Me dijeron hace tiempo, que cuando el Dr. Layna Serrano, anterior cronista provincial y gran estudioso de la historia y el arte de Guadalajara, agonizaba en su lecho de muerte, hace de esto casi 13 años. La única idea que sobrevolaba su mente, preocupada por esas cosas que han martirizado el cerebro durante muchas horas, era el estado de ruina progresiva de la iglesia parroquial de Pinilla de Jadraque, en la orilla del río Cañamares, que por entonces cumplía inexorablemente sus horas hacia la ruina total. Se había abierto una gran grieta en la fachada de la galería porticada, y el amor auténtico de unos buenos alcarreños había detenido momentáneamente aquella ruina poniendo unos grandes palos que sirvieran de apuntalamiento al edificio.
Se iniciaron después gestiones tendentes a restaurar y consolidar aquel magnífico edificio, declarado, por la iniciativa de Layna, Monumento Artístico Nacional. Largas y arduas fueron esas, gestiones. En muchas de ellas participé, pareciendo siempre que nuestra voz se perdía, como un eco roto y cercenado, por los pasillos sin fin, de la Dirección General de Bellas Artes. Finalmente, y tras la amenaza cierta que supuso hace unos inviernos el hundimiento final de parte de la espadaña, se iniciaron las obras de restauración. Hay que destacar a muchas personas, buenos alcarreños también, que se destacaron en el servicio a su comunidad, propiciando desde sus diversas parcelas de actuación pública el que este edificio pudiera ser salvado de la ruina: José María Bris, José Antonio Suárez de Puga y Jesús Campoamor han sido algunas de estas personas.
Después de tantos avatares de tan prometida ruina y tan incierto salvamento, he vuelto a visitar la iglesia románica de Pinilla de Jadraque. El día ventoso, nublado y frío del invierno es quizás el mejor marco ambiental para llegar hasta junto el templo que, en el siglo XII remotísimo, fue erigido por las gentes que iniciaban la repoblación de esta Nueva Castilla de la Transierra. El fervor y la ilusión de hacer crecer un territorio nuevo fue el fermento magnífico de la floración de decenas de iglesias, todas ellas de estilo románico, símbolo mas cierto de lo medieval, que surgieron por la tierra de Guadalajara.
Pinilla, en el territorio de la jurisdicción de Jadraque, desgajado del Común de Villa y Tierra de Atienza en la Baja Edad Media, vio levantarse en el oteruelo que domina la puebla una de las hermosas iglesias de la comarca. Hasta hoy nos ha llegado, casi intacta, su estampa de fuerza espiritual y de delicado arte. Aunque estas palabras quieran ser, con mal pergeñado estilo, un resumen descriptivo del edificio, sólo la contemplación admirativa de quien guste los monumentos genuinos de nuestro pasado podrá consolar del viaje y de la ocupación de acercarse a este remoto lugar de la campiña, breve y tierna, del río Cañamares.
Después de atravesar algunos encinares, olivares y tierras pardas que el discurso del río, a lo largo de los milenios ha ido tallando y vistiendo, llega el viajero a la puebla de Pinilla, escondida entre una densa olmeda. Solamente la gran espadaña, mole tallada en piedra, le servirá de referencia sobre el breve apiño de los tejados. Tras atravesar la villa, hoy ya con todas sus calles bien pavimentadas, limpias y dignas en su pequeñez, llegará a lo más alto, donde el templo católico le asombrará con su color dorado y su apariencia de perfecta mole dirigida.
Sorprende, y en ello radica el interés artístico del edificio, la doble galería porticada que al sur y poniente se abre en varios arcos que sostienen columnas pareadas y se culminan por magníficos capiteles, en los que aparecen plantas muy diversas, hojas de acanto y otras especies, manzanas y un largo etcétera de productos vegetales. Pero lo más interesante de esta colección de capiteles es la muestra iconográfica que varios de ellos presenta, con figuras relativas a Cristo, a su Nacimiento y Pasión, y otro de estos capiteles con diversas figuras mitológicas que muestran peces de doble cola y seres antropomorfos con colas de pez. Esta galería revela influencias, en cuanto a estructura y decoración, del románico castellano más puro, concretamente soriano y burgalés, y nos viene a indicar la procedencia de sus autores, remotos y desconocidos, que acudieron desde tierras norteñas a poner en este valle su arte y su inspiración.
La iglesia se completa con una enorme espadaña de cuatro vanos para las campanas, que culmina el muro de poniente. Y una puerta de entrada al templo, con arcada semicircular de múltiples arquivoltas, donde la decoración geométrica y vegetal se lleva la palma. El interior, ya modificado por los siglos, al igual que el ábside, son fruto de renovaciones posteriores, aunque aún dejan sospechar su primitiva estructura.
Puede decirse, con la solemnidad que a cada uno apetezca, que la iglesia románica de Pinilla de Jadraque es uno de los capitales edificios del románico de Guadalajara. Su restauración reciente, plenamente conseguida, ha venido a salvar definitivamente este amenazado edificio. Es ahora momento de volver a visitarlo, o de descubrirlo por quien aún no tuvo la oportunidad de acercarse hasta él.