San Vicente de Sigüenza, una visión del románico
En el contexto, tan amplio y variado, del estilo románico de Guadalajara, hemos llegado a distinguir tres zonas netas de influencia, diríamos que tres subestilos dentro del mismo: el románico de Sierra Pela, el de Sigüenza y el de Molina. En cada uno de ellos puede clasificarse posteriormente el resto de las construcciones románicas existentes en la provincia.
Dentro del románico seguntino, surgido al calor y la potencia económica y social de los obispos, destacan diversos edificios que pueden considerarse los ejes de ese estilo románico‑seguntino tan peculiar. Don Bernardo de Agen, en 1124 conquista la ciudad del alto Henares, de larga tradición ibérica y latina, (había sido la Segontia de arévacos y romanos) y en ella inicia inmediatamente la construcción de una iglesia catedral que sea la sede de un gobierno religioso-civil que inmediatamente impondrá a los numerosos pobladores que al calor de una «carta repoblacional» acudirán al nuevo burgo.
El estilo de vida aquitano que tras don Bernardo y sus cuatro inmediatos seguidores, franceses como él, llegan a reflejarse nítidamente en variadas áreas de la vida: una de ellas la construcción del templo mayor dedicado a Santa María. Netamente románica, la catedral seguntina refleja en planta y alzados, en detalles y estructura, el estilo románico francés. Y de ese edificio, ya iniciado en su construcción mediado el siglo XII, copiarán los tracistas el diseño en otras iglesias parroquiales que han de ir surgiendo por la parte alta, la parte vieja, de la ciudad.
El obispo don Cerebruno, hacia 1260, ordena la erección de dos parroquias nuevas, las de Santiago y San Vicente: una en honor del santo más apetecido de los franceses en ese momento. Otra para recordar y venerar al patrón de la ciudad. Ambas se construyen con celeridad, en pocos años. Y lo hacen, de manera muy parecida, los mismos constructores de la catedral. Con idénticas y aportando similares soluciones estéticas.
La iglesia románica de San Vicente, en Sigüenza, sobre la que hoy nos detendremos con especial atención, está recibiendo en la actualidad un tratamiento de restauración integral que nos la ha devuelto a su primitivo estado y estructura. La iniciativa y entusiasmo desplegado por su párroco para conseguir esta restauración, le ha llevado a conseguir diversas ayudas oficiales, siempre insuficientes, y que deberán ser mantenidas o aumentadas con objeto de llevar a buen fin el que se ha propuesto: conseguir restaurar totalmente San Vicente, devolver a la ciudad de Sigüenza una iglesia románica perfectamente conservada, con la estructura original de cuando fue construida. La diferencia entre haber visto San Vicente hace cuatro años y verla ahora, es total. Y lo será aun más cuando esa restauración, que como digo merece todos los apoyos, se consume.
Gracias a lo ya realizado, podemos interpretar de forma total este edificio religioso. Vemos que su estructura se parece todavía más que antes a la de Santiago, hermanas «gemelas» en época y estilo. San Vicente se abre en su portada a la «trabesaña alta» de Sigüenza, estrecha y alargada callejuela que junto con su paralela la «trabesaña baja» atraían el movimiento comercial de la Sigüenza primitiva. Sobre el paramento de fachada, y bajo un gran arco de piedra, se abre la portada, netamente románica, con estructura a base de arco semicircular, subdividido en varias arquivoltas que van a su vez cargadas de decoración geométrica y vegetal. Vemos tres grandes arquivoltas, que llevan (de fuera adentro) rosáceas amplias, hojas dobladas simétricamente y un fino taqueado. Por fuera, se arropa con cinta de estrellas y picos. Todo ello carga sobre fina imposta lisa, que a su vez descansa sobre una fila de tres capiteles a cada lado, capiteles de sencilla decoración vegetal, y sobre columnas.
Traspasado el portón, el visitante se encuentra con un recinto de mágico ambiente. Una nave única protagoniza la tensión arquitectónica. La luz que penetra por la cabecera entrechoca con los muros, y da al ámbito una irreal opacidad, una especie de muro continuo del que poco a poco se va saliendo tras permanecer un rato en su contemplación. Aunque aún falta la eliminación de algunos elementos (techo falso de escayola y adornos barrocos, y pilares falsos laterales) puede hablarse en tonos generales del edificio. La nave única se escolta de haces de pilastras delgadas, que acaban en pequeños capiteles vegetales similares a los de la portada. De ellos surgen fuertes arcos torales que sujetan la techumbre. Lo más imponente es el presbiterio, el ámbito sagrado por excelencia. Su planta es muy irregular, trapezoidal. Quizás se hizo así para aprovechar las condiciones del terreno. Ello le hace, indudablemente, perder en equilibrio y grandiosidad, pero le aporta al templo un aire distinto, de mucha personalidad.
El presbiterio de San Vicente es más elevado que la nave. Se penetra a él por arco triunfal escoltado de columnas adosadas y rematadas en capiteles vegetales. Posteriormente al arco, el recinto se ensancha. Se constituye por haces de tres pilares muy delgados adosados en cada esquina, rematados en capiteles, que a su vez sujetan una cúpula de crucería muy simple. En la pared del fondo, el hastial mayor, en el que no hay ningún tipo de ábside, se abren tres vanos. El central es más amplio y en él se ha incluido hoy el altar. Se bordea de un baquetón sencillo. A los lados, sendos arquillos permiten el ingreso a otras dependencias posteriores. En su inicio, esos arquillos laterales hicieron el oficio de pequeñísimos ábsides, como reservorio del sagrario, capilla mínima, etc. Es curioso que esta iglesia de San Vicente reproduzca, de forma tan original, la planta típica del templo medieval románico. Es como un resumen de lo catedralicio que más abajo, a media ladera de la ciudad, se está construyendo. Nave única, y emergiendo del muro final tres pequeños ábsides, que no llegan a reflejarse en la planta. Son casi solamente hornacinas. Pero la cabecera del templo tiene las mismas funciones de las grandes catedrales: alberga el altar, las reliquias y sagrario. Es, de todos modos, el punto máximo del rito.
Al mismo tiempo de la recuperación de estructura tan original el párroco de San Vicente está remodelando y ornamentando su templo con algunos detalles de la época. El Cristo gótico de San Vicente permanece presidiendo el muro principal. Obra magnífica de la estatuaria medieval. Sobre los muros del presbiterio se abren dos rosetones y un ventanal de arco semicircular. En definitiva, la visita de esta iglesia, para cuantos no la hayan realizado desde hace años, constituirá de seguro una sorpresa agradable, tanto más importante por cuanto viene a ser la recuperación, y al mismo tiempo el hallazgo, de una obra muy interesante de nuestro románico que estaba insuficientemente estudiada.
Desde aquí, desde nuestra voluntad de divulgar en lo posible la riqueza artística y monumental de nuestra tierra, recomendamos muy vivamente la visita a San Vicente de Sigüenza, y animamos a su párroco a continuar en su tarea, ardua y perseverante, de restauración y embellecimiento. La provincia entera se lo agradecerá.