Arte alcarreño: La iglesia de Peñalver

sábado, 30 agosto 1980 1 Por Herrera Casado

 

Varias veces se ha asomado a estas páginas la alcarreña villa de Peñalver, por razones de paisaje, de historia, de anécdotas folclóricas, e incluso del mucho arte y patrimonio artístico selecto que guarda el pueblo. No sólo su castillo, sede de los caballeros sanjuanistas desde siglos, o las ruinas de su iglesia románica de la Zarza, en el centro del lugar, sino el rollo o picota, las ermitas y aun la iglesia parroquial, que es cofre, magnífico de otras tantas obras extraordinarias de los más variados siglos y estilos. Un viaje reciente a esta villa amable siempre, y acogedora por sus gentes, ha servido para admirar nuevos detalles de este rico patrimonio que aún conserva. La amabilidad de don Julio el párroco y de don Doroteo el maestro, nos ha procurado una reposada y útil toma de contacto con el templo parroquial de Peñalver, dedicado a Santa Eulalia, y que puede calificarse sin exageración como uno de los mejores edificios renacentistas de la Alcarria. Así es reconocido por visitantes y estudiosos, en comparación fácil con el resto del patrimonio arquitectónico de la comarca. Vamos pues a desarrollar su visita, en descripción que quiere servir de acicate y guía para cuantos se decidan a viajar a este interesante confín de Guadalajara.

Situado el templo en medio del caserío, como todo él está instalado en sitio incómodo y sobre fuerte pendiente. De tal modo, que se hizo preciso, cuando su construcción, rellenar lo que había de ser ocupado por el ábside, acumulando tierra y piedras y haciendo un fortísimo muro de contención con barbacana encima. De ese modo se consigue que templo tan grande pueda caber, en equilibrio permanente, sobre tan cuestuda pendiente. Su fábrica es de mampostería de piedra caliza y argamasa, llevando sillar de lo mismo en esquinas y refuerzos. A los pies del templo se alza una torre rechoncha y de fuerte aspecto.

En el exterior hay dos detalles artísticos que arrebatan la atención: son sus puertas. Una de ellas, la orientada al norte, es obra de fines del siglo XVI, y por lo tanto está construida con unos cánones geométricos severos, en el sentido que la reforma trentina y los gustos del reinado de Felipe II imponían. La portada principal está orientada al sur, y ante ella se abre una estrecha y muy recoleta plazuela. Esta puerta monumental, joya de la arquitectura plateresca en la Alcarria, es obra de la mitad del siglo XVI, momento en el que se alza en conjunto todo el templo. Está, pues, pensada y programada con equilibrio, y merece un comentario aparte por varias causas.

Una de ellas es su estructura general: se incluye la portada toda en gran arco, como si una inmensa hornacina la cobijara. Ese gran arco lo forma el muro del templo, y dentro aparece, como un tapiz, la portada, toda ella cuajada de decoración y esculturas muy en la línea del plateresco alcarreño y toledano, casi perfectamente encuadrable en el modo de hacer de Alonso de Covarrubias. Al menos, es lo que recuerda la primera visión de esta portada: a la del templo conventual de la Piedad en Guadalajara, que este artista trazara y tallara en el primer tercio del siglo. Dentro de gran arco, la portada también con arco semicircular, y columnas y pilares recubiertos densamente de decoración de grutescos. En Peñalver, la portada es también poseedora de un arco de ingreso semicircular, escoltado de pilastras y rematado arriba por dintel, frisos y hornacina. Todo ello cubierto de numerosas esculturas y relieves: se ven muchos grutescos (monstruos, sirenas, faunos, cabezas de ángeles, etc.) pero también se ven,-y esto es llamativo-una gran profusión de símbolos santiaguistas: bordones, veneras, escarapelas, calabazas, cruces incluso de Santiago. Todo ello como si nos quisiera recordar, proclamar incluso, que quien ha hecho aquello es un fervoroso santiaguista ¿canteros gallegos? Poco probable, pues un cantero no dirige la decoración de una portada generalmente. Será la historia del pueblo, una vez más, la que acuda a explicar este detalle: perteneció el pueblo durante varios siglos a la Orden Militar de San Juan, que tenía su iglesia en el centro del lugar (era la ya arruinada iglesia de la Virgen de la Zarza, de estilo románico rural). A mediados del siglo XVI, concretamente en 1552, Peñalver fue puesto en almoneda por el Emperador Carlos I, maestre proclamado de todas las órdenes militares, y este pueblo alcarreño, junto con el inmediato de Alhóndiga, fue comprado por don Juan Juárez de Carvajal, obispo de Lugo, en cuya familia (pues tuvo hijos, y nietos) permaneció también varios siglos. Quizás sea esta razón, la de que su nuevo dueño, en el comedio del siglo XVI y nada más tomar posesión del lugar, se pusiera a construir nueva iglesia, la de que por ser obispo de Lugo, gallego de nacimiento, y por tanto ferviente enamorado de Santiago, de su Camino, y de sus símbolos, mandara llenar la portada del templo parroquial de Peñalver con veneras, bordones y cantimploras camineras.

Pasemos al interior. Se arquitectura es espléndida. Tiene tres naves, mucho más ancha la central, y algo más alta. Las tres se cubren por bóvedas de crucería, con bellos dibujos y combinaciones geométricas, que recuerdan inmediatamente el estilo de las catedrales góticas, pero que se justifica en su época de construcción porque así se hacía todo en esos momentos, salvo los muy «snobs» que, como los Mendoza, o el propio Emperador, preferían la herencia renaciente italiana a lo tradicional hispano. Dichas bóvedas apoyan en pilares poliédricos que separan las naves. Toda la estructura del templo está hoy, desgraciadamente, muy maltrecha, pues la nave de la epístola y el ábside entero, están cediendo, al tener por cimientos un simple relleno que, con los siglos se resiente. Así, se han abierto grandes grietas, y las bóvedas se resquebrajan peligrosamente. Debe de realizarse en esta iglesia, cuyo valor arquitectónico es innegable, una labor de restauración inmediata que la salve de una posible y no muy lejana ruina.

En su interior, todavía quedan varias joyas artísticas de incalculable valor. Los siglos y las rapiñas han acabado con casi todos sus altares y obras de arte (a principios de este siglo, todavía existían un total de 13 retablos en su interior), y se han perdido piezas de orfebrería, cuadros, y, lo que es casi todavía más lamentable, la totalidad de su archivo documental, que hubiera sido de gran utilidad para estudiar y centrar debidamente, en el lugar que le corresponde dentro de la historia del arte español, a este templo y sus obras. Destacan, pues, los hierros forjados de puertas y fallebas, muy especialmente el de la entrada principal, obra de los talleres de cerrajería de Alcalá, en el siglo XVII. También la pila bautismal es pieza de gran valor, obra del período románico (siglos XII‑XIII) y con toda seguridad proveniente de la vieja iglesia parroquial de los sanjuanistas. Es una de las pocas pilas bautismales que hay en nuestra provincia con tallas geométricas, muy regulares y bien hechas. También hay algunas piezas de orfebrería y ornamentos hoy custodiadas en casas de vecinos) como son la gran cruz procesional de plata sobredorada, realizada a finales del siglo XVI por desconocido autor (de los talleres de Alcalá o Toledo posiblemente) que dejó una primorosa muestra de la tradicional maestría orfebre de la época: tallas en plata de Cristo, la Virgen, los Evangelistas, y ángeles con emblemas de la Pasión, cubren los brazos de la Cruz, y con extraordinario muestrario de figuras en relieve, casi exentas, en la macolla de la pieza (es especialmente buena la de San Juan Niño). También hay algunos cálices (uno con escudo, grutescos y santos, del siglo XVI, es especialmente destacable) y varios ornamentos con imaginería y escudos de armas, de los siglos XVII en adelante.

Como pieza a destacar del conjunto del patrimonio artístico de la parroquia de Peñalver, está su gran retablo principal, obra de principios del siglo XVI, quizás hecho para la antigua iglesia de la Zarza y luego aquí colocado al terminar la fábrica de este templo. O quizás, incluso, hecho exprofeso para ésta, en la mitad de la centuria, lo que nos obligaría a corregir la data que en ocasión anterior le hicimos, teniendo en cuenta que los modos primitivos y los remanentes estilísticos gotizantes son en Castilla (y especialmente en este templo se ha demostrado ya) muy fuertes, de tal modo que algunas obras de arte son fechadas en un determinado momento con arreglo al estilo en que están hechas, y luego documentalmente se prueba que están auténticamente elaboradas 100 años más tarde. A falta de los libros del archivo de Peñalver respecto al retablo sólo nos queda elucubrar. Desde luego, es obra de la primera mitad del siglo XVI.

Se compone todo él de pinturas incluidos entre frisos y adornos de claro sabor gótico. En la calle central se ven algunas tallas (una moderna de Santa Eulalia, y otra primitiva, magnífica, de la Virgen del Rosario, así como un Calvario en lo más alto, que cuando se limpie destacará por su perfecta escultura y su dorado primoroso) y el resto lo ocupan pinturas sobre tablas todas ellas muy buenas de exquisito arte. Están muy sucias hoy, y se distinguen con dificultad sus motivos. En trabajo anterior ya los enumeramos (1) pero destacan las figuras de los apóstoles de la predela, y la composición y la imagen de la Virgen en el cuadro de la Epifanía. Se están realizando actualmente gestiones, por parte del actual párroco, y de la delegación provincial de Cultura, para que este retablo sea restaurado y limpio. Esperemos que tengan más fortuna las gestiones actuales, de la que tu vieron las que nosotros hicimos, hace ya años, ante la Dirección General de Bellas Artes, a la que fue presentado un completo estudio, con diseños, descripciones y fotografías del retablo, pero no se obtuvo nada positivo. Si en esta ocasión Peñalver consigue la restauración de su templo y su retablo, bien pueden alegrarse de ello, y es acción a la que debe encaminarse el pueblo todo.

La visita a Peñalver, de todos modos, está más que justificada hoy día, para admirar no sólo este templo y sus obras de arte ahora descritas, sino todo lo que de interesante muestra (desde su aspecto general hasta la arquitectura popular de sus edificios) al viajero que a él acude esperanzado.

(1) Glosario Alcarreño, tomo I; «Por los caminos de la Alcarria», páginas 24‑26.