Jornadas de Protección del Patrimonio
En las jornadas de debate sobre la Cultura en Guadalajara, que el mes pasado se desarrollaron en el palacio del Infantado de nuestra ciudad, a muchos sorprendió el carácter demasiado general, y en ocasiones totalmente ajeno a la cultura, de las cuestiones que allí se plantearon, y como hubo temas de gran importancia en este campo que apenas si se tocaron. Fue uno de ellos el relativo al patrimonio artístico de nuestra provincia, de importancia suma, y que tras un secular abandono, comienza a preocupar y merecer la atención de cada vez un más numeroso grupo de nuestras gentes.
Tras largos años de trabajo en este campo, he perseguido siempre, como motor fundamental de actuación, dar a conocer a todos los alcarreños cuantas cosas notables encierra nuestra tierra, tanto en el aspecto monumental, de paisajes, de festejos y costumbres, como en lo histórico y legendario. Con el objeto de que, al proporcionar un conocimiento, se fueran despertando inquietudes, querencias, fuerzas y acciones que vinieran a defender lo que tenemos. El resultado, aunque lentamente, va dejándose ver. Cada día es mayor el número de gentes que buscan un pueblo, una ruina, una iglesia, una historia que conocer y palpar. Y también cada día son más los que se preocupan porque todo esto se conserve y mejore.
Son varios, y de diversa índole, los problemas que actualmente afectan al patrimonio artístico en nuestra provincia. Es uno de ellos, precisamente, esa falta de conocimiento, esa falta de sistematización u ordenamiento en la clasificación de lo existente, y que tantas veces lleva a una imposibilidad de defender aquello que bien lo merece. Por tanto, una de las cosas que se necesitan de manera inmediata, es la realización de un Catálogo, o incluso un precatálogo o inventario a modo de fichero, de cuantos edificios, obras de arte, incluso paisajes, existen en nuestra provincia con la categoría y el valor suficientes como para permanecer por siempre entre nosotros y las generaciones que nos sigan. Parece ser que el Ministerio de Cultura, ya convencidos de esta imperiosa necesidad de clasificar y catalogar, de una vez por todas, nuestro patrimonio artístico, se están dando los pasos iniciales para llevarlo a cabo. Esperemos que sea pronto, y la voz de Guadalajara sea escuchada también en esta hora de hacer un trabajo verdaderamente útil.
Pero se añade otro problema, y es el de salvar algunos edificios, monumentos y entornos, que están en trance de perderse. Algunos son Monumentos Nacionales, así clasificados de manera oficial. Otros, simplemente, son piezas valiosas que deben ser salvadas. En una visión de urgencia, podemos recordar aquí algunos de estos monumentos para los que, en repetidas ocasiones, se han levantado voces pidiendo razonadamente su rápida y vital restauración: la capilla de Luís de Lucena; la iglesia parroquial, románica, de Pinilla de Jadraque; las ruinas cistercienses de Monsalud, sobre las que se acaba de publicar un libro entero; o el artesonado mudéjar de la iglesia de Moratilla de los Meleros, del que también muy recientemente se ha publicado un completo estudio, a cargo de Pedro J. Lavado, en el núm. 5 de la revista «Wad‑al-hayara». Otros muchos ejemplos podrían ponerse, pero quizás en un orden de prioridades, antela inminencia de un peligro cierto, urgente, estos son los temas que están sobre el tapete.
La mera aplicación de la luz en lo que se refiere a las villas y ciudades que son conjunto histórico‑ artístico, evitaría desmanes y destrozos de lo que debería ser cuidado con mimo por sus propios habitantes. En tanto que la ciudad de Sigüenza cuida con mimo el respeto por su ambiente clásico, otros pueblos llegan a pensar, incluso, en la posibilidad de desembarazarse de su titulación de Conjunto Histórico‑Artístico, que, según piensan, sólo les reporta problemas y molestias. El respeto en la construcción de nuevas obras no sólo debería tenerse en los pueblos oficialmente declarados conjuntos histórico‑artísticos, sino en todos aquellos que encierran un sabor, un valor de tipismo o autoctonía a respetar. No hace mucho facilitamos al Ministerio de la Vivienda una completa lista o precatálogo de aquellos pueblos y entornos urbanos y rurales que, aún sin ser declarados monumentos o conjuntos histórico‑artísticos, deberían ser respetados estrictamente en su totalidad y en sus partes. Mucho me temo que aquello no haya sido tornado muy en cuenta. Un racional urbanismo (que no lleva gastos constructivos, sino que supone previsiones para el futuro) sería lo más conveniente a tener en cuenta en orden a la salvaguarda de nuestro patrimonio artístico.
La hora de las restauraciones, de las puestas en valor de antiguos edificios, de las limpiezas de retablos e imágenes, de la creación de buenos y educativos museos, deberá esperar aún. Porque son tantas las cosas a hacer (recordamos ese gran palacio de Pastrana, con sus artesonados magníficos; el castillo de Pioz, tan manejable si hubiera dinero para rehacerlo; los retablos de Peñalver y Fuentelencina, soberbiamente platerescos; el museo de arqueología y el de artes populares…) que marca solamente el pensarlas. Pero bueno será también tener ideas claras, proyectos razonables, clara visión de futuro y posibilidades.
No quisiera acabar este breve repaso a nuestro patrimonio artístico provincial, sin dedicar un recuerdo, sin dar un toque de atención respecto a ese otro patrimonio importantísimo, y muy abandonado, cual es el documental. De Guadalajara es mucha la historia que se conoce, pero aún es más grande el caudal de noticias que se han perdido para siempre. Meta de invasores y revolucionarios fue siempre el saqueo y quema de los archivos. Como si con ello se pretendieran borrar ancestrales y quiméricas culpas. El proyecto que el Gobierno tenía hace unos meses, y que no sabemos si ha llegado a desarrollar, de hacer desaparecer los archivos referentes a las actividades, servicios y acusaciones de los españoles en el régimen anterior, era auténticamente suicida. La quema de la historia supone dejar mudo al pasado; privar de fuentes de trabajo a futuras generaciones; mutilarnos. La falta de visión objetiva que da el presente, se obvia con el paso de los años y los siglos. Esta manía destructiva se practicó en la guerra de la Independencia, en la Desamortización, en la guerra civil de 1936‑39, y aun después se hicieron piras sonadas con papeles y archivos. Incluso en nuestra provincia.
Y todo esto se debe proteger, guardar hasta el último papel, considerando a todos los archivos, sean del tenor que sean, como entes y servicios públicos, de libre acceso (excepto aquellos; que puedan relacionarse con la seguridad del Estado y su defensa exterior o interior). En la provincia de Guadalajara hay hoy buenos archivos (el Histórico Provincial, magníficamente organizado y acrecentado en los últimos años; el Capitular de Sigüenza, el Diocesano; los de diversas parroquias y ayuntamientos) en los que se refleja la historia, incluso la más mínima pero también importante, de nuestra tierra y nuestras gentes. También el Ministerio de Cultura debería clasificar, catalogar y conocer a fondo todos ellos, y darlos una utilidad total, hacerlos válidos para el estudio y el mejor conocimiento del pasado.
Es por ello que pedimos una atención mayor a nuestro patrimonio artístico… pero también reclamamos la atención que merece ese patrimonio documental, tan abandonado hasta ahora, y que tanta importancia tiene para el futuro.