Jornadas de Protección del Patrimonio

sábado, 22 julio 1978 0 Por Herrera Casado

 

En las jornadas de debate so­bre la Cultura en Guadalajara, que el mes pasado se desarrolla­ron en el palacio del Infantado de nuestra ciudad, a muchos sor­prendió el carácter demasiado general, y en ocasiones totalmen­te ajeno a la cultura, de las cues­tiones que allí se plantearon, y como hubo temas de gran im­portancia en este campo que ape­nas si se tocaron. Fue uno de ellos el relativo al patrimonio ar­tístico de nuestra provincia, de importancia suma, y que tras un secular abandono, comienza a preocupar y merecer la atención de cada vez un más numeroso grupo de nuestras gentes.

Tras largos años de trabajo en este campo, he perseguido siem­pre, como motor fundamental de actuación, dar a conocer a todos los alcarreños cuantas cosas no­tables encierra nuestra tierra, tanto en el aspecto monumental, de paisajes, de festejos y costum­bres, como en lo histórico y le­gendario. Con el objeto de que, al proporcionar un conocimien­to, se fueran despertando inquie­tudes, querencias, fuerzas y accio­nes que vinieran a defender lo que tenemos. El resultado, aun­que lentamente, va dejándose ver. Cada día es mayor el número de gentes que buscan un pueblo, una ruina, una iglesia, una histo­ria que conocer y palpar. Y tam­bién cada día son más los que se preocupan porque todo esto se conserve y mejore.

Son varios, y de diversa índo­le, los problemas que actualmen­te afectan al patrimonio artísti­co en nuestra provincia. Es uno de ellos, precisamente, esa falta de conocimiento, esa falta de sistematización u ordenamiento en la clasificación de lo existente, y que tantas veces lleva a una imposibilidad de defender aquello que bien lo merece. Por tanto, una de las cosas que se necesitan de manera inmediata, es la rea­lización de un Catálogo, o inclu­so un precatálogo o inventario a modo de fichero, de cuantos edi­ficios, obras de arte, incluso pai­sajes, existen en nuestra provin­cia con la categoría y el valor su­ficientes como para permanecer por siempre entre nosotros y las generaciones que nos sigan. Pa­rece ser que el Ministerio de Cultura, ya convencidos de esta imperiosa necesidad de clasificar y catalogar, de una vez por to­das, nuestro patrimonio artístico, se están dando los pasos inicia­les para llevarlo a cabo. Espere­mos que sea pronto, y la voz de Guadalajara sea escuchada tam­bién en esta hora de hacer un tra­bajo verdaderamente útil.

Pero se añade otro problema, y es el de salvar algunos edificios, monumentos y entornos, que es­tán en trance de perderse. Algu­nos son Monumentos Nacionales, así clasificados de manera ofi­cial. Otros, simplemente, son pie­zas valiosas que deben ser salva­das. En una visión de urgencia, podemos recordar aquí algunos de estos monumentos para los que, en repetidas ocasiones, se han levantado voces pidiendo ra­zonadamente su rápida y vital restauración: la capilla de Luís de Lucena; la iglesia parroquial, románica, de Pinilla de Jadra­que; las ruinas cistercienses de Monsalud, sobre las que se acaba de publicar un libro entero; o el artesonado mudéjar de la igle­sia de Moratilla de los Meleros, del que también muy reciente­mente se ha publicado un com­pleto estudio, a cargo de Pedro J. Lavado, en el núm. 5 de la re­vista «Wad‑al-hayara». Otros mu­chos ejemplos podrían ponerse, pero quizás en un orden de prio­ridades, antela inminencia de un peligro cierto, urgente, estos son los temas que están sobre el ta­pete.

La mera aplicación de la luz en lo que se refiere a las villas y ciudades que son conjunto histórico‑ artístico, evitaría desmanes y destrozos de lo que debería ser cuidado con mimo por sus propios habitantes. En tanto que la ciudad de Sigüenza cuida con mimo el respeto por su ambiente clásico, otros pueblos llegan a pensar, incluso, en la posibilidad de desembarazarse de su titulación de Conjunto Histórico‑Artístico, que, según piensan, sólo les reporta problemas y molestias. El respeto en la construcción de nuevas obras no sólo debería tenerse en los pueblos oficialmente declarados conjuntos histórico‑artísticos, sino en todos aquellos que encierran un sabor, un valor de tipismo o autoctonía a respetar. No hace mucho facilitamos al Ministerio de la Vivienda una completa lista o precatálogo de aquellos pueblos y entornos urbanos y rurales que, aún sin ser declarados monumentos o conjuntos histórico‑artísticos, deberían ser respetados estrictamente en su totalidad y en sus partes. Mucho me temo que aquello no haya sido tornado muy en cuenta. Un racional urbanismo (que no lleva gastos constructivos, sino que supone previsiones para el futuro) sería lo más conveniente a tener en cuenta en orden a la salvaguarda de nuestro patrimonio artístico.

La hora de las restauraciones, de las puestas en valor de antiguos edificios, de las limpiezas de retablos e imágenes, de la creación de buenos y educativos museos, deberá esperar aún. Porque son tantas las cosas a hacer (recordamos ese gran palacio de Pastrana, con sus artesonados magníficos; el castillo de Pioz, tan manejable si hubiera dinero para rehacerlo; los retablos de Peñalver y Fuentelencina, soberbiamente platerescos; el museo de arqueología y el de artes populares…) que marca solamente el pensarlas. Pero bueno será también tener ideas claras, proyectos razonables, clara visión de futuro y posibilidades.

No quisiera acabar este breve repaso a nuestro patrimonio artístico provincial, sin dedicar un recuerdo, sin dar un toque de atención respecto a ese otro patrimonio importantísimo, y muy abandonado, cual es el documental. De Guadalajara es mucha la historia que se conoce, pero aún es más grande el caudal de noticias que se han perdido para siempre. Meta de invasores y revolucionarios fue siempre el saqueo y quema de los archivos. Como si con ello se pretendieran borrar ancestrales y quiméricas culpas. El proyecto que el Gobierno tenía hace unos meses, y que no sabemos si ha llegado a desarrollar, de hacer desaparecer los archivos referentes a las actividades, servicios y acusaciones de los españoles en el régimen anterior, era auténticamente suicida. La quema de la historia supone dejar mudo al pasado; privar de fuentes de trabajo a futuras generaciones; mutilarnos. La falta de visión objetiva que da el presente, se obvia con el paso de los años y los siglos. Esta manía destructiva se practicó en la guerra de la Independencia, en la Desamortización, en la guerra civil de 1936‑39, y aun después se hicieron piras sonadas con papeles y archivos. Incluso en nuestra provincia.

Y todo esto se debe proteger, guardar hasta el último papel, considerando a todos los archivos, sean del tenor que sean, como entes y servicios públicos, de libre acceso (excepto aquellos; que puedan relacionarse con la seguridad del Estado y su defensa exterior o interior). En la provincia de Guadalajara hay hoy buenos archivos (el Histórico Provincial, magníficamente organizado y acrecentado en los últimos años; el Capitular de Sigüenza, el Diocesano; los de diversas parroquias y ayuntamientos) en los que se refleja la historia, incluso la más mínima pero también importante, de nuestra tierra y nuestras gentes. También el Ministerio de Cultura debería clasificar, catalogar y conocer a fondo todos ellos, y darlos una utilidad total, hacerlos válidos para el estudio y el mejor conocimiento del pasado.

Es por ello que pedimos una atención mayor a nuestro patrimonio artístico… pero también reclamamos la atención que merece ese patrimonio documental, tan abandonado hasta ahora, y que tanta importancia tiene para el futuro.