Los hospitales de Guadalajara
Junto a iglesias y monasterios, son los hospitales unas de las más antiguas fundaciones de nuestra ciudad. Que, como con todo ha ocurrido, han evolucionado a lo largo de los tiempos, hasta quedar constituidas en modo absolutamente diferente a como en un principio fueron concebidas. Pues si un hospital es, hoy en día, lugar donde la ciencia médica se pone en movimiento al más alto nivel que le es posible, con atención y trabajo constante de los médicos hacia los enfermos, en la Edad Media no ocurría esto: el Hospital era, fundamentalmente, albergue donde se reunían los pobres de la localidad y los peregrinos transeúntes a pasar la noche. Cuando uno de ellos enfermaba gravemente, allí le llevaban también, pero a morir nada más. No a curarle. Era la época en que sólo tenía derecho a médicos el que además poseía largos bienes de fortuna.
De estos lugares, hoy inexistentes en su totalidad, vamos a hacer una resumida ficha de su historia y vicisitudes. No debe extrañar que, concretamente en el siglo XVII, existieran hasta siete albergues de este tipo, en una ciudad mucho más reducida que en la que hoy vivimos. Eran, en realidad, simples habitaciones, pajares vacíos y con goteras, a excepción de uno de ellos, el de la Misericordia, que siempre mantuvo un nivel aceptable de atención a los pobres y enfermos.
En la relación que la Ciudad de Guadalajara envió a Felipe II, el año de 1579 (1) se dice escuetamente: «Ay en esta Ciudad algunos Hospitales para curar pobres, y miserables, y el, vno déllos es el Hospital de la Caridad y Misericordia para curarlos de las enfermedades que se les ofrece, a los quales acuden los vecinos, y los asisten con mucha piedad, y cuidado». De todos ellos, y alguno más de reciente construcción, habla detenidamente Núñez de Castro a mediados del siglo XVII (2) siendo la que sigue su relación sucinta.
El Hospital de Peregrinos forasteros estuvo, situado en la cuesta de San Miguel, y era fundación de doña María Fernández Coronel, importante dama arriacense del siglo XIII, a quien debemos también la institución del convento de Santa Clara. Fue precisamente en el primitivo local que ocupara esta comunidad, en lo que hasta 1268 había sido palacio (más bien caserones modestos) de la reina doña Berenguela, donde doña María dejó colocadas gran número ayudas económicas para emplear en el mantenimiento de los pobres transeúntes. La administración y gobierno de este hospital correspondía a la abadesa de las clarisas, quien hasta el último momento gozó facultades para poner administrador en él. De todos modos, ya en 1567, y por decisión, unilateral del ayuntamiento de la ciudad, «deseoso de la crianca de los niños huérfanos», se retiraron de él los peregrinos, y fué instituido como
«Hospital de los Niños de la Doctrina», en el que recibieron, durante siglos, enseñanza y cuidado los niños faltos de todo, recurso económico y afectivo.
El Hospital de la Puerta Quemada fue instituido en 1374 por doña Elvira Martínez, viuda ya, y madre de los fundadores de la Orden jerónima, don Pedro y don Alonso Hernández Pecha (3), en unas casas que esta señora tenía junto al postigo que le dio nombre.
El más importante centro sanitario que, durante muchos siglos ha poseído Guadalajara es el Hospital de la Misericordia, fundado en 1375 (4) por doña María López, «muger noble y virtuosa, de mucho zelo de la honra de Dios», en sus casas de la colación de Santiago. Reunida esta señora con otras devotas mujeres de la ciudad, se dedicaban a la oración y el ejercicio de la caridad con los pobres de ella, por lo que llegaron a recibir incluso la ayuda del arzobispo de Toledo don Pedro Tenorio. Al morir doña María López, dejó todos sus bienes para el mantenimiento del hospital, «que ha sido, es y será el Refugio para los pobres enfermos, así de esta ciudad como de toda su comarca».
La institución se gobernaba por una Cofradía de caballeros hijosdalgo, así como por el Cabildo de Curas y de Beneficiados. Con todo, y por ser laicos quienes estaban encargados del cuidado de los enfermos, la atención que se les prestaba no era del todo satisfactoria (5), por lo que el Ayuntamiento solicitó de los hermanos de San Juan de Dios, vinieran a hacerse cargo de este establecimiento benéfico, cosa que ocurrió en 1632. Se levantó por entonces nuevo edificio, con un patio clasicista, sobrio y elegante, y una iglesia, donde se veneraba a la Virgen de la Misericordia, “que es uno de los principales santuario desta ciudad, en devoción y culto.
A la hora de la Desamortización, en 1835, expulsados de él los religiosos, el Estado creó allí el Hospital civil provincial, que luego se trasladaría al convento de monjas jerónimas de Nuestra Señora de los Remedios, y aún de nueva planta, en donde se encuentra el Hospital Provincial. En el antiguo local del hospital de la Misericordia se situó luego la Escuela Normal de Maestros, donde muchas promociones de estos profesionales se han formado. Ho hace muchos años fue derribado el viejo y venerable edificio, y en su solar se han levantado nuevas viviendas. El nombre de San Juan de Dios es lo único que ha quedado en ese lugar como recuerdo de tantos aconteceres ciudadanos.
Otro hospital, el de Santa Ana, «dedicado a curar pobres enfermos, fue instituido por don Juan de Morales; secretario del Cardenal Mendoza, canónigo de Toledo y Tesorero de los Reyes Católicos en 1461. El enterramiento de este caballero fundador, y su estatua orante se conservan aún en el presbiterio de la iglesia‑concatedral de Santa María, en nuestra ciudad. Estaba situado este hospital en el arrabal de San Francisco.
De otro secretario que tuvo el Cardenal Mendoza, don Diego González de Guadalajara (6), es la fundación, en 1480, del Hospital de San Ildefonso, que estaba situado frente a la iglesia de Santo Tomé, hoy santuario de Nuestra Señora de la Antigua. «Recógense en él los Sacerdotes y Peregrinos». Era patrón de la institución el Cabildo de Curas y Beneficiados de la ciudad. El fundador dejó renta “para camas, ropa y todo lo demás necesario para el regalo”. Aunque imaginamos que este regalo de los allí acogidos no sería en exceso cómodo.
En 1568, don Domingo Hernández de Aranda, vecino de Guadalajara, dejó sus casas para Hospedería de Peregrinos, «con distinción de tres salas con suficientes camas, una para hombres, otra para mugeres, y otra para Sacerdotes». Como este señor fundó también la cofradía de Nuestra Señora de Guadalupe, de la que sus miembros tenían que ser «nobles y limpios Caballeros y Hijosdalgos», tiempo adelante tomó este nombre su hospital.
Otros dos pequeños hospitales, que luego se trasladaron con sus rentas al de la Misericordia, fueron los de Santa Ana, que fundó Ortiz de Urbina, y el llamado «hospital de la Torre», por estar situado «en la torre grande de la puerta que es postigo de la Parroquia de Santa María», o sea, en el conocido actualmente por torreón del Alamín. Allí decidió el Ayuntamiento, ya en el siglo XVI, que fueran a «tomar las unciones y sudores los enfermos de males que piden este remedio», y hasta comienzos del siglo en que vivimos, tuvo carácter ese torreón de nauseabundo albergue para pobres y vagabundos.
En la relación o contestación e la ciudad al cuestionario para el establecimiento de la única contribución, hecha en 1753 (7), sólo se mencionan ya el Hospital de San Juan de Dios, que había aglutinado a todos los demás, y el “hospital para Pobres viandantes» del torreón del Alamín, que no tenía renta alguna.
Y hasta aquí el rápido resumen de lo que ha sido la asistencia hospitalaria en la historia de Guadalajara, tenía curioso del que aún se pueden sacar muchas otras noticias. Vayan, pues, éstas como visión general de esta faceta del antiguo acontecer ciudadano.
Notas
(1) Publicada por don Manuel Pérez Villamil en el tomo XLVI del Memorial Histórico Español, Madrid 1914, pp. 1‑18.
(2) Alonso Núñez de Castro, «Coronista general de su Magestad en estos Reynos», en su obra «Historia eclesiástica y seglar de la muy noble y muy leal ciudad de Guadalaxara», Madrid 1653, cap. XI, pp. 84‑86. También don José López Cortijo, en su «Topografía Médica de Guadalajara», 1892, y D. Francisco Layna Serrano, en su «Historia de Guadalajara…» hacen referencia a estos hospitales, guiándose, asimismo, de lo expuesto por Núñez de Castro.
(3) Da esta noticia el doctor Layna, en su obra «Los Conventos antiguos de Guadalajara», página 36, tomándola del testamento de esta señora, cuyo traslado autorizado se conserva entre los papeles del monasterio de S. Bartolomé de Lupiana, que hoy se guardan en el A.H.N.
(4) Y no en 1555, como inexplicablemente apunta Núñez de Castro en su relación.
(5) En sesión concejil de 22 de marzo de 1631, el regidor de la Ciudad don Agustín Caniego de Guzmán hizo público este malestar, señalando que «ay poco rrecaudo ó ninguno para curar los pobres enfermos desta ciudad».
(6) Con el habitual trastoque de fechas y apellidos a que nos tiene acostumbrados Núñez de Castro, viene a referirse aquí a Diego García de Guadalaxara, hijo y nieto de caballeros que con el mismo nombre tuvieron altos cargos en la ciudad y aún en el reinado de Juan II, del que uno de ellos llegó a ser su secretario. Su padre fundó la capilla gótica del convento de
Santa Clara, hoy parroquia de Santiago, y él mismo llegó a ser, también, regidor perpetuo del estado de Caballeros hijosdalgo de la Ciudad.
(7) Se conserva el original en el Archivo Histórico Provincial, en el Palacio del Infantado.