Los capiteles románicos de Pinilla de Jadraque
La iglesia románica de Pinilla de Jadraque de la que no hace mucho aparecía en estas páginas el documento gráfico de Su «apuntalamiento» e incierto futuro, es uno de los más dignos ejemplares del arte románico con que cuenta la provincia de Guadalajara. De su estructura (nave única y atrio porticado), de su gran espadaña a los pies del templo, del aire aldeano y medieval que en los atardeceres del verano exhalan sus piedras, ya nos habló cumplidamente el desaparecido Dr. Layna, Serrano, que la visitó y estudió antes de la guerra.
De entonces acá, el templo parroquial de Pinilla ha sufrido algunas variaciones. Si por un lado ha mostrado la aguda herida de su costado, por otro ha desvelado el secreto de los capiteles del ala de Poniente del atrio, tabicados cuando el Dr. Layna la estudió, y que ahora se nos muestran y ofrecen para ser estudiados y considerados como merecen.
El arco situado más al norte de los de este ala, está hoy todavía cegado, Sirviendo de pared a un cuarto trastero formado en el ala de Poniente del atrio. En él aparecen dos capiteles de decoración exclusivamente vegetal, pero que Superan en este dominio a todos los del ala meridional del atrio, al poseer, entre otras cosas, unas nítidas representaciones de la piña y la manzana, como símbolos de la fertilidad (vida perenne, resurrección) y la muerte (pecado original).
Pero el mayor interés iconográfico se centra en los dos capiteles que le siguen a su derecha. Son éstas dos magníficas piezas donde el sentido mítico que corre soterraño bajo la capa de religiosidad medieval, se explaya a su gusto. La fuerza simbólica de las representaciones artísticas en el período románico, tiene en este lugar una demostración ilustrativa y de un directo expresivismo. Su aire rural no le resta nada de fuerza y de misterio.
El primer capitel que corre doble sobre el par de columnas adosadas al muro, lanza al aire su imagen en dos de sus caras. Otra de ellas aún permanece tapada y la cuarta está prácticamente destruida. En él se ve una figura de larga y rallada vestimenta cogiendo un pez en cada mano. En el esquinazo de ambas caras, una sirena masculina, barbada, derrama sus dos colas a cada lado del capitel. En la otra cara aparece otra figura, más pequeña que la primera, con un pez en la mano izquierda. En el lugar que correspondía a su mano derecha, un martillazo inmisericorde nos ha privado de poder redondear uno de los conjuntos simbólicos más inauditos de nuestro arte provincial.
El tema se presta a la disquisición amplia, pero no es éste el momento de entrar en ella. Baste señalar la raigambre mitológica de la sirena, en especial la de dos colas, de la cual hay ya un ejemplo anterior al siglo X, en el tímpano de la capilla, de San Miguel, en Aiguilhe de Puy; en España son sus claros antecedentes los ejemplares que aparecen en sendos capiteles del ábside del monasterio de San Cugat, y del claustro de San Pedro de Galligans, ésta última de ceremoniosa y barbada presencia, como en el caso de Pinilla.
Por otra parte, la presencia de dos figuras con un pez en cada mano, nos pone en inmediato contacto con los signos zodiacales de Géminis y Piscis, cada uno con sus esotéricos e intrincados significados, resucitando la leyenda de Oamnés, el hombre‑pez de los, caldeos, y dando a todo el capitel un tinte de dualidad, de balanceo y emparejamiento, que nos hace pensar en las intenciones del escultor de resaltar el número dos, y hacerlo con figuras y temas del más puro signo pagano y mitológico.
Frente a él, el capitel religioso, el capitel espiritual donde el número tres, es la clave y el camino para, desentrañar su clara intencionalidad piadosa y representativa de la contrapartida de lo terrenal: aparte del Tetramorfos, vemos una representación del Calvario, con tres figuras claves y los tres Reyes Mayos; y una misteriosa escena en la que otras tres figuras parecen representar el bautismo de Cristo.
De este capitel, los fallecidos cronistas provinciales señores Catalina García y Layna Serrano, alcanzaron a ver una sola cara, en la que el primero de ellos, inexplicablemente, creía ver al profeta Daniel rodeado de leones, mientras que el Dr. Layna bastante más observador, identificó fácilmente la representación del Tetramorfos. El Pantocrátor, una figura de Dios Padre muy sencilla y ruda, aparece en el centro rodeada de ovala, da cenefa (la almendra del iris) al estilo francés de Chartres, Angulema o Toulouse. Le rodean cuatro figuras: un ángel, un buey, un león y un águila (de la que solo queda parte de una ala) y, como detalle curioso, añade una sencillísima palmera a la izquierda del Cristo.
La cara del capitel que mira al interior del atrio es, en mi opinión, la mejor obra de escultura románica que tenemos en la provincia (después de los relieves de Beleña). Es un Calvario sencillo a la vez que majestuoso. Su estado de conservación es, milagrosamente, muy bueno, a pesar de haber estado largos años tapado con un tabique. El color de la piedra es oscuro, y su situación de marcado contraluz me hizo imposible la obtención de una fotografía aceptable. Por lo que no queda más remedio que recurrir a la descripción. Cristo descansa, como hecho de palo y cera, sobre una cruz griega de clásicas proporciones. Su gesto de estupor dolorido colma todos los clamores de la ingenuidad y la fuerza que el arte románico arrastra consigo. La traza es verdaderamente primitiva, pues no existe escorzo en la postura ni apenas pliegues en los paños. Pero tiene «garra» y se mete muy dentro del que lo contempla. Las figuras de San Juan y Maria que le acompañan son más grandes que él, y sujetan con sus brazos los de la cruz. Es éste un modismo muy poco usado en la representación de los, Calvarios. Las figuras de la Virgen y el Apóstol predilecto van ganando tamaño lentamente en las obras del siglo XH, muy especialmente en los Evangeliarios (el de la reina Felicia de Aragón, el de don Gonzalo, en Oviedo, etc.) y aparece ya claramente esta composición en un capitel de la iglesia de Santa María de la Alabanza, en Burgos (hoy, en el Fogg Muscum, de Cambridge, Mass.) y en el tímpano mayor del pórtico de la Gloria de Santiago de Compostela. Pero creo que su aparición en un capitel de iglesia aldeana, tan al sur de, todas las corrientes internacionales del románico, supone un dato de importante valor para la catalogación de esta obra.
En otra cara, tres figuras masculinas, de largas y ralladas vestiduras, sostienen una copa en la mano izquierda alzada y un pergamino o filacteria en la derecha.
Me inclino por su identificación con los tres Reyes Magos.
Finalmente, en la cara que da al exterior, una figura desnuda de medio cuerpo, surge de un recipiente cuadrado ayudado de otros dos. ¿Es el símbolo Se la Resurrección del alma? ¿La representación del bautismo de Cristo? De todos modos, el número tres constitutivo de su estructura, al igual que las otras escenas de este capitel, le da un marcado sentido espiritual y de purificación, frente al otro capitel pagano y terrenal.
Pinilla de Jadraque y sus recuperados capiteles románicos, en definitiva, un nuevo lugar a donde dirigir nuestros pasos caminantes